El fútbol chileno no olvidará estos siete días. La violencia desatada y la tensión en las canchas, luego de la irrupción de maleantes que dicen identificarse con Coquimbo Unido, puso de manifiesto la precariedad de la actividad ante la presencia de lumpen casi adolescente. Nadie jugó tranquilo; nadie arbitró en calma; nadie transmitió concentrado; nadie asistió con la sensación de concurrir a un espectáculo deportivo normal; nadie lo pasó bien. Ni siquiera el televidente.
Como esos entrenadores que en cada jornada defienden su puesto, el campeonato local se verá partido a partido. El desafío de esta industria es avanzar con pasos firmes hasta la plena normalidad, tomando estos sucesos como la oportunidad de pacificar nuestras tribunas. Es quizás la ocasión del abono en todas las zonas del estadio, pero sin pasarse de listos con la letra chica, como ocurrió en la renovación del sistema en Huachipato. Implementar el Fan ID (método que vincula la entrada con el rostro) sería glorioso.
Mejorar la seguridad es caro. Lo dijo John Beattie, gerente de operaciones del Emirates Stadium del Arsenal, en el “Seminario Internacional Experiencia Estadio”, quien incluso planteó que vender cerveza en los estadios no era un pecado. En su experiencia, la venta de alcohol, además de generar recursos muy importantes para los clubes, evitaba que los hinchas merodearan en las inmediaciones de las canchas, con bebidas de mayor grado alcohólico, alterando la vida de los barrios. Su argumento es que se minimiza la transgresión al sistema. Debatible. Lo que sí sería sano es que los guardias de seguridad y carabineros terminen con esa torpe costumbre de echar a la gente de las tribunas apenas finaliza el cotejo.
Muchos hinchas quieren comentar lo que vieron, bajar la adrenalina. Sin embargo, como los policías buscan irse rápido y los guardias cobrar pronto su remuneración, se genera un mal clima y las muchedumbres son arrastradas como ganado. ¿Por qué no aplicar el mismo criterio que en los recitales, donde se permite que los asistentes bajen los decibeles?
Los que vamos al estadio siempre, a trabajar o por gusto, sabemos que el final del operativo es la guinda de la torta de algo que está muy lejos de ser una experiencia agradable. El ingreso suele ser caótico y lento. Pagan justos por pecadores. ¿Cuál es el afán, entonces, después que el hincha olvidó el mal rato, vio el partido, se calmó, de volver a irritarlo?
Se requiere profesionalización. Mientras esto ocurre, algunos controladores de clubes intrigan para apurar la salida de la mesa de Sebastián Moreno de la ANFP. Son los mismos que en la última década juegan a la política o intentan “asegurar el chancho” para sus mezquinos intereses, donde el fútbol es lo último que les interesa.
En un acto de creatividad desatada, impulsan la candidatura del intendente del Maule y ex presidente de Curicó Unido, Pablo Milad. ¿Cómo verían la FIFA y la Conmebol que un funcionario de confianza del gobierno renunciara para asumir como timonel de la federación? Sonaría a intervención y sabemos que en Zurich esto saca roncha. Si fueran gente de fútbol lo sabrían.