Nikola Tesla es uno de los inventores que más curiosidad despierta en nuestro tiempo, aunque nació en 1856 y murió en 1943. En parte se debe a otro inventor y físico, Elon Musk, cuyas ambiciones de cambiar el destino de la humanidad y de crear una colonia en Marte lo han hecho universalmente conocido; una de las empresas de Musk se llama Tesla Motors, especializada en autos eléctricos y baterías domésticas de alto rendimiento. Es decir, en la huella de Tesla, un obsesivo del aprovechamiento de la energía, descubridor de la corriente alterna y de muchas máquinas y aparatos sorprendentes, que también tuvo intuiciones extraordinarias en campos como la informática y la robótica. Gracias al trabajo de Tesla, hoy tenemos microondas, ampolletas, televisión y control remoto, entre otros avances. La editorial Turner ha publicado dos selecciones de ensayos y cartas (
Firmado: Nikola Tesla y Yo y la energía), así como una magnífica biografía escrita por Margaret Cheney (
Nikola Tesla: el genio al que le robaron la luz). A ello se suma este breve libro, un relato autobiográfico que escribió a los 63 años por encargo de una revista. Tesla repasa su infancia y juventud, y luego se adentra en la descripción de lo que más le gustaba: sus inventos.
No cabe duda de que se trataba de un personaje singular. Casi al comienzo describe su manera de operar: prefería tener todo claro en su mente, hasta el último detalle, antes de pasar a la ejecución de la idea. “Si el pensamiento se considera equivalente al trabajo”, dice, sin duda que trabaja mucho; pero “si el trabajo es definido como un determinado desempeño en un tiempo establecido de acuerdo a una norma rígida, entonces puedo ser el más grande de los ociosos”. Tal como va el desarrollo tecnológico actual, para allá vamos. Esos primeros capítulos son los más sorprendentes, por el modo en que fue construyendo su particular disciplina de trabajo y su fabulosa capacidad de invención. No fue una vida de invernadero: “Casi me ahogo una decena de veces, casi me hirvieron vivo y casi me queman. He escapado apenas de perros rabiosos, chanchos y otros animales salvajes”. Las enfermedades que sufrió son un capítulo aparte; gracias a una de ellas, su padre lo liberó de lo que tenía pensado para su hijo, que se incorporara al clero, y pudo estudiar ingeniería. El resto también es sorprendente y no requiere de formación científica para seguir sus pasos en torno a esos relámpagos de intuición que le salvaron la vida y lo convirtieron en el hombre que inventó nuestro presente.
Nikola Tesla
Alquimia Ediciones, Santiago, 2019.
94 páginas.