Cuando Orlando Aravena se sentó en la banca de Universidad Católica duró muy poco. Una temporada. Gran mediocampista como jugador, “el Cabezón” no cumplía otros requisitos del paladar universitario. Era “el Cabezón” nomás. Algunos años antes estuvo José Pérez, el inolvidable “Gallego”, triunfador en canchas en Argentina, en Chile y Francia y, como entrenador, lleno de títulos en Wanderers. Estuvo en la Católica varias temporadas, pero nunca agradó a un sector de la hinchada. Resultaba algo rústico para la sensibilidad cruzada de entonces. Hoy, quién sabe, considerando la epidermis más gruesa de sus barristas.
Por cierto, esa línea de apreciación se identificaba en la cancha con un fútbol galano, de buen toque, que tampoco cuadraba con el fútbol aguerrido de aquellos dos técnicos (¡imagínese a la Católica jugando como “los Panzer” porteños!). Hubo, por cierto, excepciones. Como el título de 1961, ganado a fuerza de contragolpes poco elegantes pero muy efectivos. Miguel Mocciola dirigió a ese equipo cruzado que tuvo a su goleador en Ricardo Trigilli, que marcó 21 goles en los 23 partidos que jugó. Nunca convenció el artillero porque los seguidores del club querían algo más que goles.
¿Y por qué le recuerdo estos episodios? Pues porque me temo que estos seguidores de la exquisitez, o algunos de ellos, no se sientan satisfechos con el “estilo Holan”.
Obviamente, lo que el entrenador argentino ha traído no ha de ser exactamente lo que se vio el domingo en Valparaíso. Es mucho más, por lo que surge de sus antecedentes y de sus éxitos. Él mismo lo ha dicho después de la victoria cruzada sobre Wanderers (que seguramente dará que hablar en el torneo).
“El rival nos obligó a saltar líneas”, ha reseñado Ariel Holan. Esto declara que la idea no es jugar “al pelotazo”, sino que la pelota larga, y muchas veces rifada, fue un recurso para superar a un equipo porteño muy ordenado y no un sistema. Puede ser y eso hay que verlo partido a partido. Quedan dudas, porque el juego largo comienza en el mismo Dituro en el saque con los pies buscando la habilitación (¡y vaya que le resultó en el tercer gol!). Holan, de todos modos, no es rústico; al contrario, es elegante en su presentación y en su hablar. Hay que advertirle, de todos modos, sobre el paladar cruzado.
Con menos expectativas se ve el futuro de la U. Es cierto que pudo empatar con Huachipato y hasta ganar. Pero perdió cuando faltaban segundos. Vacilaciones conocidas, ansiedad repetida, moral destruida por un penal perdido. Los viejos fantasmas siguen al acecho. Y la presión no amaina. El lunes, apenas a 24 horas del estreno del campeonato, en programas radiales ya se encuestaba a los “amables oyentes” a votar sobre cuántos partidos debía concederle el club a Caputto o si debía ser despedido de inmediato.
Así nadie puede.
Y no hay más, porque el mundo del deporte está llorando y esta columna guarda silencio por la muerte de Kobe Bryant. Un ídolo, un verdadero profesional. Hoy leyenda.