Si hay algo para elogiar en la edición 2020 de Santiago a Mil, es la prontitud y sagacidad con que se adaptó a la crisis social que estalló el pasado 18 de octubre. Sin dejarse amilanar por la deserción de seis espectáculos foráneos ya anunciados, borró cualquier mención del término ‘festival' pues no había nada que celebrar; puso el foco de la oferta en los temas en discusión; incrementó el volumen de funciones gratuitas en comunas y regiones; y estableció un área de cabildos y encuentros para abrir el diálogo colectivo en torno a la cultura y la contingencia. Pese a las dificultades y riesgos ni una sola actividad a nivel nacional tuvo que suspenderse; en vez de eso a medio camino se agregaron otras.
Con todo, Santiago a Mil es un festival de artes escénicas, y como tal se puede decir que al igual que el año pasado, marcó el paso. Otra vez sin estrellas ni grandes compañías, para peor las atracciones top del programa —“Los pájaros”, “King Lear”, “La Gioia”, Compañía Acosta Danza— tendieron por diversos motivos a desinflarse. De nuevo la franja internacional no alcanzó un buen promedio. Los hallazgos corrieron por cuenta de propuestas menos rutilantes, como “Granma”, más por su material que por la innovación esperable en Rimini Protokoll, la libanesa “En busca de un empleado desaparecido”, quizás “Frankenstein” de EE.UU. Nada al parecer logró despertar demasiado entusiasmo, lo que no es tan solo una impresión personal sino lo manifestado a menudo por el mismo público. Uno puede preguntarse si esto sucede puesto que hay una reducción presupuestaria, un bajón creativo en la escena mundial, un problema de curatoría, o porque la vitrina del circuito de festivales dejó de ser lo que era. O un poco de todo eso a la vez.
En ese panorama los reestrenos nacionales volvieron a concentrar el interés, y eso que la cosecha de la última temporada estuvo lejos de ser brillante. Se lucieron, entre otros títulos poco vistos en su debut, la subvalorada “Tragicomedia del Ande”, otro notable fruto de Tryo Teatro Banda en una nueva línea de trabajo; “Excesos”, “El último apaga la luz”, “La ciudad de la fruta”, “Paloma ausente” y “Demasiada libertad sexual…”.
Un acierto marcó la línea curatorial llamada La Fábrica de Creación que promueve la coproducción internacional. Una vía que en el futuro puede enriquecer mucho a nuestro medio en diálogo con artistas foráneos, tal como lo hizo el añorado Festival de Dramaturgia Europea Contemporánea. Produjo una joyita de alto vuelo, “Las palmeras salvajes”, punto alto del mes teatral, seguida por “Encuentros breves con hombres repulsivos” y “El Horacio”. Claro que éste es un proyecto delicado difícil de administrar para obtener beneficios. La otra cara fue la pretenciosa “La flauta mágica” de lamentable balance.
Entre conocedores se comentó la duración excesiva e inútil de las propuestas, que perjudicó numerosas entregas. Mientras en el público hubo reclamos por el descalce y escasa luminosidad en la proyección de los sobretítulos traduciendo los diálogos.