Mañana ocurrirá el segundo intento de toma de la PSU.
Parto de nuevo. Mañana ocurrirá el segundo intento de rendición de la PSU. Hablar de “toma” en estos días es de mal gusto. Y los supersticiosos dirán que se corre el riesgo de invocar al demonio.
El hecho es que el desafío para el Gobierno y para los rectores es ahora casi mayor que la primera vez que se intentó aplicar la prueba. Porque el primer chascarro se puede llegar a entender. Pero el segundo se vuelve insoportable. Sobre todo cuando los atacantes avisan con toda la anticipación del mundo que van a atacar.
El problema ahora es saber cómo van a atacar.
La primera vez se utilizaron métodos convencionales: La turba irrumpiendo en un colegio, el bloqueo de los accesos, el robo de un facsímil para filtrarlo. Pero eso es anticuado y vulgar.
Mi info es que ahora se utilizarán métodos más sofisticados y creativos.
Está, por cierto, el método del “autosabotajeexprés”, que consiste en que alumnos a quienes no les interesa la PSU, porque saben que no conseguirán el puntaje mínimo para postular (pueden ser más de cien mil jóvenes en todo el país), comiencen a hacer una protesta ruidosa en su respectiva sala y no dejen que sus pares puedan hacer la prueba. Si desalojan al primero que haga eso, al rato se parará un segundo, y luego, un tercero, y así.
Está también la táctica de la “teatralización combinada”. Se simularán falsos ataques cardíacos o de epilepsia, o de pánico, o de colon, o de obstrucción intestinal, de manera simultánea en muchos colegios, para al menos interrumpir el desarrollo de la prueba durante muchos minutos.
El “torpedo teledirigido” es una técnica disponible también. Uno de los “autosaboteadoresexprés” abre su facsímil y lo fotografía completamente con el celular (que logró ingresar dentro de su ropa interior). Envía las fotos al comando central, donde hay un grupo de alumnos y profesores esperando para ver las preguntas y responderlas rápidamente entre varios. Antes de una hora, cuando el examen esté en la mitad, un equipo de saboteadores saldrá a las inmediaciones de los colegios a gritar por megáfono las respuestas correctas del facsímil.
En fin, como estas, hay una veintena de fórmulas para estropear la PSU. Está la “puerta giratoria”, la “alarma sorda”, la “examinadora
fake”, el “lobo solitario”, el “
ring run”, la “cuerda floja”, el “yo-yo chino”, la “estampida porcina”, el “apagón cultural”, el “escuadrón canino”, la “zona seca”, el “
shock electroacústico”, la alianza “No+Tag/No+PSU/No+AFP”, etcétera, etcétera.
A qué voy con todo esto. A que no existen los sistemas impermeables. Todo es saboteable, hackeable, penetrable. Pero sí existe la disuasión y la sanción, que podrían ser sinónimos. Si simbólicamente —como ocurrió en Chile con la PSU— se instala la sensación de que el primer sabotaje a la PSU quedó impune, los próximos intentos continuarán y se multiplicarán. El sabotaje se volverá una moda y de aquí para adelante todo será saboteado. Incluido el plebiscito y todo el ramillete de elecciones que vienen para adelante.
Acuérdense de mí.