Un fondo coreano más uno chileno y la alianza de una productora checa, otra francesa y otra chilena permitieron el financiamiento de esta película, modesto para los estándares europeos. Como si cada parte se preparase para perder el menor dinero posible. La contraparte es que esto confiere especial libertad creativa, nada de exigencias ni controles de producción. Alejandro Fernández Almendras la rodó —en checo, con actores checos— mientras preparaba el estreno de
Mi amigo Alexis, cuyas expectativas comerciales estaban en el polo opuesto.
El estreno está narrado como si fuese una obra teatral, en cuatro actos más un prólogo y un epílogo. Sigue en esto la peripecia de su protagonista, el director de teatro Petr Æapek (Jiri Mádl), que procura montar la versión de Miguel de Unamuno sobre
Fedra de Eurípides. Es una múltiple reescritura, porque Unamuno la situó en los años 30 y Æapek quiere actualizarla a la República Checa de los 90.
Pero todo esto pasa por detrás, apenas visible. En el centro está Æapek, que lleva un matrimonio difícil con Katerina (Marika Šoposká), una artista con sus propios proyectos, que por supuesto se rehúsa a cuidar sola al bebé de ambos. En la búsqueda de una nueva protagonista para
Fedra, Æapek recibe como postulante a Karolina (Elizaveta Maximová), una actriz apasionada y vibrante que viene a perturbarlo todo.
El estreno rezuma admiración por el cine de los 60. La
Nouvelle Vague francesa, por supuesto (hay una cierta similitud temática con
L'amour fou, la obra maestra de Jacques Rivette), pero también la Nová Vlna checa, ese movimiento libertario que puso en aprietos a la censura soviética. El lustroso blanco y negro (la fotografía de Inti Briones), la paleta de grises, la niebla nocturna, las luces brillantes de Kladno, toda esa construcción melancólica del espacio visual recuerda a las películas de Jirí Menzel, Jaromil Jires y, desde luego, las primeras de Milos Forman.
Hay que olvidarse un poco del semblante adolescente que tiene el conflicto amoroso de Æapek. Hay que pasar por alto la muy escasa vinculación entre la obra de teatro y lo que está pasando con el equipo. Hay que hacer oídos sordos a la pesadez de incrustar a Brahms o Schubert en escenas que no lo soportan bien. En fin: no es una película perfecta, sino una especie de experimento sobre el problema del artista, la manera incontenible en que la vida se infiltra en la obra, una idea interesante pero quizá más compleja de lo que esta cinta puede sobrellevar.
HRADirección: Alejandro Fernández Almendras.
Con: Jiri Mádl, Elizaveta Maximová, Marika Šoposká, Darina Nicová, Adam Vacula.
93 minutos.