Créame. Esta película chilena es realmente muy buena. Muy buena. Su relato es un asumido thriller, que cumple con las reglas del cine de género; algo que buena parte del cine chileno rehúye como si fuera una enfermedad. El debut en el largometraje de ficción del director David Albala (“PersPecPlejia”, 2005) cuenta su cuento de lo más bien. Desde el “basado en hechos reales” hasta las normas para sorprender, tensar, emocionar, entretener y hacer reflexionar con su relato: la fuga de presos políticos en las postrimerías de la dictadura de Pinochet. Benjamín Vicuña, como el protagónico, es la punta del iceberg de un reparto en su mejor expresión y que se corona con un soberbio Roberto Farías como parte de los guerrilleros que planifican y ejecutan lo imposible: sacar toneladas de escombros básicamente con “cucharas” para intentar huir por un túnel. Desde “Johnny Cien Pesos” que he estado esperando una película así en Chile, con la capacidad de entretener, en su caso con un impresionante músculo narrativo, a lo Michael Mann —esto es un rudo mundo masculino— y también con el espesor y punto de vista para levantarse como algo único y valiosamente artístico. Es cierto que antes ha habido buenos títulos “comerciales de autor”, como la injustamente menospreciada “Las niñas araña” (2017), con Michelle Mella y de Guillermo Helo. Pero “Pacto de Fuga” agrega otro valor: su recreación del Chile de 1988, 89 y 90, por ejemplo, tiene un eco sorprendente con el agitado presente social del país: un incómodo espejo que habla de la lucidez y sobrada inteligencia de David Albala para devolvernos, a todos los chilenos, un reflejo de lo que aún seguimos siendo. ¡Chapeau!
100 minutos. T.E. En cines.