El Presidente, los ministros, los senadores, los diputados, los jueces, los fiscales, los policías, los militares, los periodistas, los analistas políticos, los académicos, los intelectuales, los comentaristas de la actualidad. O sea, todos. Todos los que hemos participado en la “cuestión pública” somos despreciables. Como en un reality show, estamos amenazados por talento y por convivencia.
Somos unos buenos para nada. O por lo menos es lo que dicen las encuestas, en especial la del CEP esta semana.
No solo no vimos venir lo que venía, sino que cuando vino, no supimos qué hacer. Y nuestros índices de aprobación son deplorables.
¿Por qué nos equivocamos tanto, si hasta hace no tanto tiempo podíamos hacer nuestra pega relativamente bien y la gente nos evaluaba relativamente bien en las encuestas?
Es posible que hayamos perdido la capacidad de discriminar entre la señal y el ruido. La señal es lo que entrega de verdad un mensaje, una información. El ruido es lo que acompaña a la señal, pero también lo que la distorsiona… lo que la corrompe.
¿Cuánto es señal y cuánto es ruido en las manifestaciones callejeras? ¿Cuál es el mensaje que la calle nos quiere transmitir a nosotros, la élite, los que se supone tenemos el poder de hacer algo?
¿Cuánto de las redes sociales es ruido y cuánto es señal? ¿No será que Twitter es puro ruido, pura estridencia que nos confunde, puros activistas sabelotodo tratando de llevar agua a su molino?
¿Y no será que llevamos años equivocados, pensando que el ruido nos decía algo, cuando en verdad solo metía bulla? Y los políticos, los legisladores, los jueces y los periodistas, los cuatro poderes, más los rectores, los intelectuales y todos hemos estado entendiendo mal todo y por eso hemos hecho las cosas de una manera que hoy merece el repudio general.
O quizás el país esté sufriendo una especie de ataque de histeria. Y ve pura oscuridad, y puros malvados, y no quiere que le hablen ni que lo toquen, hasta que esto se le pase.
Como en una megapataleta colectiva. Como en la pataleta que hace un niño en el supermercado porque su mamá no le compra un helado. Siempre he pensado que las mamás sabias son las que logran decodificar la señal que está mandando el hijo en medio de los gritos, el llanto y las patadas. La señal en medio del ruido. ¿El helado es señal o es ruido?
Vamos en-cuesta-abajo. Por ahora no se ve por qué las cosas deberían cambiar. Si seguimos haciendo lo mismo que hemos hecho en los últimos tres meses, el rumbo no variará. El Gobierno ha comprado un helado tras otro, ofreció comprar la heladería completa, y así y todo no ha logrado imponer la calma.
Está claro que hay una señal que no está siendo escuchada en medio de todo el ruido.