El termómetro es el instrumento que determina si nuestro cuerpo tiene o no tiene fiebre. El instrumento mide los efectos de una enfermedad, pero no determina la enfermedad. Es el caso de la PSU hoy, de la Prueba de Aptitud Académica ayer y del bachillerato antes de ayer. La enfermedad es un sistema educacional con cobertura dispar y esencialmente determinado en sus resultados por el nivel socioeconómico de los alumnos y sus familias, así como de su enclave territorial respectivo. La Prueba de Selección Universitaria solo expresa la enfermedad más profunda ya mencionada.
Después de décadas, a través de diversos gobiernos, de cumplir el primer objetivo, que fue la cobertura del nivel educacional, hoy día tenemos el siguiente cuadro:
° En educación preescolar, la cobertura de sus cuatro subsistemas hoy supera levemente el 50%. Me estoy refiriendo a niños y niñas de entre 85 días y 6 años. En sala cuna y jardín infantil la cobertura no supera el tercio de niños, mientras que en prekínder es del 75% y en kínder es del 97%.
° En educación básica, la cobertura prácticamente es del 100%.
° En educación media científico-humanista y técnico-profesional, la cobertura está del orden del 95%-96%.
° En educación superior, la cobertura está alcanzando sobre el 50%, considerando los centros de formación técnica, los institutos profesionales y las universidades públicas y privadas.
Este es el resultado del esfuerzo de sucesivos gobiernos a partir de la década del 20 del siglo XX, con especial énfasis en los gobiernos radicales, en el gobierno de Frei Montalva y en los gobiernos de la Concertación y la Nueva Mayoría.
En materia de calidad y equidad es donde se encuentra el tumor de la enfermedad. No obstante que desde el año 90 a la fecha la inversión en educación se ha multiplicado por 5. Es así como en “Pedro”, alumno de establecimiento municipal, el Estado invierte —en sus 12 años de escolaridad— un promedio $100.000 mensuales, obteniendo en la PSU del año pasado un promedio de 450 puntos. Cabe destacar que los “Pedros” son el 38% de la matrícula escolar. “Juan” es alumno de colegio particular subvencionado y el Estado invierte en él los mismos $100.000 señalados anteriormente, más el aporte de sus padres o apoderados —del orden de los $20.000 mensuales—, obteniendo el año pasado un resultado promedio en la PSU de 525 puntos. Cabe destacar que los “Juanes” representan el 55% de la matrícula. Finalmente “Diego” es alumno de colegio particular pagado y solo sus padres o apoderados invierten en su educación, un promedio mensual de $350.000. Cabe destacar que los “Diego” representan el 7% de la matrícula y obtuvieron en la PSU del año pasado 600 puntos. También debiéramos consignar que es probable que “Pedro” y su familia vivan en Cerro Navia, “Juan” en La Florida o Maipú y “Diego” en Vitacura o las Condes.
Lo anterior describe la enfermedad de nuestro sistema educacional segregado en calidad y equidad derivada del nivel socioeconómico de sus familias, de su capital social, de su capital cultural y de su entorno territorial. La única solución posible para remediar esta enfermedad es un sistema educacional público, gratuito y de calidad que empareje la cancha para Pedro y Juan, pero sobre todo para Pedro. Esto implica mayores recursos, mejorar la gestión educacional en todos sus niveles y una atención preferente por la selección, formación y retribución al profesorado nacional. Mientras lo anterior no ocurra, año a año las pruebas Simce, la Prueba de Selección Universitaria o cualquier otro instrumento de medición que se determine seguirán cual termómetro, señalándonos alta fiebre y no enfrentando la enfermedad de origen. La Presidenta Bachelet en sus dos administraciones avanzó sustantivamente a través de aumentar la cobertura en educación preescolar y la Ley de Inclusión, que implicó el fin al lucro en la educación particular subvencionada y a la selección arbitraria, así como reemplazar el aporte de las familias en el copago de la educación subvencionada por un aporte estatal. A lo anterior, la Presidenta Bachelet instaló la educación superior gratuita que hasta el momento cubre a los alumnos que provienen del 60% de las familias más vulnerables.
Mientras no emparejemos, sobre todo para Pedro y Juan, la cancha educacional, no nos extrañemos de la rabia y la frustración de decenas de miles de “Pedros” y “Juanes” que por el hecho de haber nacido en comunas populares o de clase media y determinados por los ingresos de sus padres no pueden competir con los “Diegos”.