En el último lustro “Granma, metales de Cuba” es la cuarta propuesta que Santiago a Mil nos regala del admirable y provocador colectivo suizo-alemán Rimini Protokoll, campeones de la innovación que han dado extraordinarios frutos en el hallazgo de nuevas formas de hacer teatro; particularmente creando actos que parecen teatro sin serlo, y radicalizando la noción de teatro documental. Tras la memorable “Nachlass” en enero pasado, es su segundo título aquí que no es una intervención urbana, y el primero que se despliega con las trazas de un espectáculo convencional, sobre un escenario de sala.
La obra fue estrenada en Berlín en marzo pasado, con el subtítulo “trombones de La Habana” que hace más sentido, es una revisión de la historia reciente de Cuba con motivo del 60.o aniversario de la revolución en ese país que derrocó al dictador Fulgencio Batista. Hecha desde el testimonio vivo de cuatro residentes en la isla, adultos jóvenes entre 25 y 35 años seleccionados entre unos 50 cubanos por el interés de su biografía y familia, en paridad de género y raíz étnica.
A partir de sus abuelos, de gran peso en el hogar, ellos —el nieto de un exministro de Fidel Castro, una profesora de historia que subsiste apenas con lo que gana, una música trombonista y un joven que quiso ser militar y acabó como programador computacional— suben a escena para repasar año a año los eventos sociales y políticos que se entrelazaron con la vida personal de tres generaciones de los suyos, y cómo la contingencia determinó sus destinos. Es la declaración directa —a veces con amable ironía y cierta distancia emocional, nunca con nostalgia o rabia— de cómo sus hogares vivieron la construcción de la utopía de un paraíso socialista, y más tarde el fracaso de ese sueño. En el relato a cuatro voces se asoman, en la medida de lo que permite la censura vigente aún, las muchas contradicciones, los privilegios y casos de corrupción, el control informativo, el racionamiento y apreturas económicas, el racismo y condena a los homosexuales, la persecución de la disidencia. Hacia el final una canción anhela, con resignación y harto escepticismo, de “que los años que han pasado, algo bueno hayan dejado”.
El título, Granma, es el apelativo de origen gringo para abuelita, también los nombres del yate en el cual Fidel volvió del exilio para iniciar la lucha armada, y del diario oficial cubano. Diana, trombonista de profesión, enseña a los otros tres a tocar ese instrumento y arma un cuarteto que anima la entrega con variados insertos musicales, en tanto aprenden que pueden hacer juntos algo que nunca habían hecho.
Con mucho de reportaje periodístico escenificado, como suelen ser las obras documentales de Protokoll, la exposición se acompaña además con ocasionales juegos interactivos con el público y proyecciones en tres pantallas: fotos familiares, entrevistas a abuelos, recortes de prensa, registros fijos y en video de hechos históricos y espacios públicos.
Notable por la oportunidad y elección de su material, es un resultado estimulante y que fomenta el debate. Es también lo menos innovador que le hemos visto a Protokoll como formato. En las dos horas sin intermedio que se toma hay demasiada música que aporta poco, insistencia en el lanzamiento de una pelota de béisbol, pasajes que se alargan o sobran, e inútiles declaraciones solidarias con la lucha del pueblo chileno.
Teatro UC. Hoy última función, a las 15:00 horas.