Respondí las 23 preguntas filtradas de la prueba de Historia, Geografía y Ciencias Sociales, y el resultado fue 22 malas y la 23 dudosa, debido a que marqué sin querer la c) y también la d), donde la c) era la correcta, pero podría ser impugnada.
El resultado no me amilana en lo más mínimo. Cuando di la Prueba de Aptitud Académica (PAA) había cosas que no sabía: el significado de amilana, por ejemplo.
Así que el resultado no me aturde ni abate y tampoco me atemoriza, por una razón muy sencilla: a medida que trascurren los años, las pruebas, dígase PSU o PAA, no son más que anécdotas irrelevantes y menores.
Además, los resultados, según estudios sobre el comportamiento humano, se tergiversan al alza. Cuando las personas son interrogadas en el futuro por el puntaje que sacaron, suben entre 50 y 150 puntos sus resultados reales. Los chilenos, en cambio, más pudorosos, parten en 40 y el tope de la mentira son los 120. El afán, por cierto, es redondear en 700 puntos y más.
Otro dato refleja la mentalidad nacional: más luce el descuidado al que le fue bien sin estudiar que el cuidadoso al que le fue bien estudiando, de donde se desprende que ser flojos fue nuestro destino.
Los resultados sirven como tema pasajero de conversaciones ocasionales entre viejas amistades que hablan por hablar, que es como mejor se pasa, sin respuestas correctas ni alternativas acertadas y sin pruebas por cursar.
“Hay que vivir, nomás”, es lo que generalmente señala la más cursi de las amistades. Siempre hay una en el grupo. No pasa nada. Si hay dos o más, cuídese, porque sin querer usted cambió de clase social. Hacia arriba o hacia abajo, ¿quién sabe?
Hubo una época en que los resultados eran públicos, con los nombres y apellidos ordenados alfabéticamente, y de esa forma se sabía cómo le había ido a los cuatro más odiados y a las cuatro más odiadas, que es más o menos el promedio de una persona normal.
En el pasado, parte importante de la propia felicidad era la desgracia ajena.
En el presente sigue siendo exactamente lo mismo.
Ambas afirmaciones pueden ser irritantes, pero esa es mi misión: ir con la verdad por delante y no con paparruchadas, que es como se les decía a las fake news.
Agrego más verdades.
Estaban los que ingresaban a estudiar una carrera, por una razón que está en el Más Allá del puntaje, y eso era algo profundo y espiritual: por vocación. Era una de las desgracias de esos tiempos.
Muchos conocidos desperdiciaron una carrera, y hasta la vida entera, por seguir un rayo de luna vago e impreciso, que rápidamente se convertía en intermitente y al año se apagaba.
La otra posibilidad era seguir una carrera por la plata. Es lo que recomiendo con todo mi corazón, aunque matizo: que sea por la plata, pero al comienzo hay que disimular un poco. Después da lo mismo.
Quizá estoy siendo muy crudo. Lo siento.
¿Mis puntajes?
Mucho más de 700, sin duda.
En todo caso no estudié nada.
Ni antes de la prueba, ni después de la prueba.
Esa es vocación.