El cine ruso hace un tiempo que desea ser Hollywood. El cine de género siempre es bienvenido cuando está bien hecho. Pero acá, en este filme de un grupete de jóvenes rusos adictos a la RR.SS., más bien superficiales y que quedan atrapados en un teleférico durante la noche de Año Nuevo, hay yerro y falta de pericia. Debo ser sincero: me entretuve en los momentos sádicos de la acción, cuando la heroína, Irina Antonenko (Miss Rusia 2010), trata de salvar su vida de las maneras más rebuscadas y esos tramos algo de pericia técnica muestran en este filme proveniente del mismo país de creadores como Sergei Eisenstein y Andréi Tarkovski. Y cuando uno relaciona esos genios con esta anécdota solo queda esta pregunta: ¿qué tanto daño le ha hecho el neoliberalismo a la industria del cine ruso? Y la respuesta es evidente: mucho. Después de un rato de risas incrédulas por tanta tontera, solo viene la dura resaca de la realidad: esto es en verdad un infierno. Entretenido por lo involuntariamente cómico, pero infernal por su carencia de cualquier sinapsis.
+14. En cines.