A Santiago a Mil vuelve “Junto al lago negro”, muy esperada a fines de 2019 y una de las más afectadas por la crisis: tuvo su debut y única función el día de cierre de la temporada anunciada. Era la nueva alianza de Jesús Urqueta y Nona Fernández, director y actriz principal de “Prefiero que me coman los perros”, elogiada en 2017; sobre todo, el estreno en castellano del penúltimo texto de Dea Loher, la más laureada y brillante dramaturga alemana en los últimos 30 años. No es una desconocida en Chile, gracias al Festival de Dramaturgia Europea Contemporánea y esta es la quinta obra suya que se da aquí. Las más logradas, “Inocencia” (2005) y “El último fuego” (2010), ambas dirigidas por Luis Ureta, aventajado en el difícil montaje de textos de la llamada ‘nueva dramaturgia alemana'.
Acá dos parejas en los 40 se reencuentran cuando una de ellas retorna al pueblo lacustre en que se conocieron hace años. Entonces una devastadora tragedia los unió: sus respectivos hijos adolescentes se enamoraron y por causas que ignoran decidieron ahogarse juntos en el lago. Es tiempo para ellos de procesar el trauma, tratar de explicarse esas muertes. Por cierto es también una obra sobre la memoria.
Como siempre en Loher y en este tipo de teatro, el texto parece un caudaloso torrente oral en prosa poética que genera un laberinto conteniendo las pistas con las que uno podrá armar la historia como si fuera un esquivo rompecabezas. O parte de él, pues los indicios suelen ser vagos y no pocas preguntas nunca se aclaran. Los personajes hablan sin tregua en soliloquios compartidos para conectarse con los demás sin esperanza de ser comprendidos.
Es un esfuerzo serio y honesto a fin de ofrecer este material que pugna por ser un momento teatral de intenso flujo emotivo. El hándicap reside en que no es un estilo que se pueda dominar de un día para otro, y requiere de un equipo entrenado en las exigencias y sensibilidad que plantea. A menudo los dramaturgos en esta línea tienen mala suerte con sus piezas fuera de Europa, como sucedió en junio último con la misma obra en el Off Broadway. Otra desventaja pudo ser que la traducción que se usó no sea la más afortunada: su lenguaje no suena estilizado, solo funcional.
Así la entrega bosqueja de qué se trata y lo que está en juego, pero las actuaciones no ahondan en el pesar y la culpa. A menudo la puesta luce estática, salvo el remate en el cual se suman efectos teatrales que no aportan nada. La tristeza infinita y poesía demoledora que debieran inundar la escena no surgen por ningún lado. Sin contar con que las obras de esta índole tienden a parecerse entre sí, que quizás ésta sugiera un ‘déjà vu'.
Teatro Nacional Chileno. Hoy y mañana, a las 19:00 horas.