Hace unos años fui a Tierra Amarilla, a 14 kilómetros de Copiapó y después de pasar por Paipote, con el único fin de conocer el lugar donde nació Eladio Rojas, en noviembre de 1934. Permanecen las montañas altas y secas y por el cielo las mismas estrellas y ninguna se ha movido. El resto desapareció, aunque el estadio del lugar, eso sí, lleva su nombre.
Nadie lo llamaba por su apellido, porque después de convertir dos goles en el Mundial del 62, en el país no había más que un Eladio, el que llegó al mundo en Tierra Amarilla y se fue por un ataque al corazón, en un día como mañana de un año antiguo: 13 de enero de 1991.
Partió de 9, le gustaba el puesto por condiciones físicas (1,82 metros), disparaba con ambas piernas y el primer año en Everton lo demostró: 13 goles. Ahí tienen. De 9 y alguna vez de 8, es decir, interior derecho. Eso quería, pero el futbolista propone y disponen las circunstancias, los entrenadores, las necesidades y el Dios del fútbol.
Pensaban que era lento y por el porte estaba hecho para mediocampista retrasado, digamos 6, con cara de 5, un poco 8, pero nunca 9, Eladio, que te quede claro: los de Tierra Amarilla podrán decir lo que quieran, pero Viña es Viña.
Eladio discutió la velocidad, a su juicio los altos parecen lentos, pero se trata, dijo, de una ilusión óptica.
Nunca más salió del mediocampo, pero con la zancada larga llegaba fácil a las puertas del área contraria y desde ahí y con un par de derechazos batió a Lev Yashin y Milutin Soskic, los titulares de dos países desaparecidos: la URSS y Yugoslavia.
Fue el sexto chileno que jugó en Argentina, después de Iván Mayo, Roberto Luco, Ascanio Cortés, Sergio Livingstone y Jaime Ramírez.
Eladio debutó y se despidió en Everton, entre medio River Plate y Colo Colo, y cuando se retiró se hizo cargo de la sub 17 y sub 18, acompañado por Rodolfo Leal, pelirrojo y mediocampista.
56 años son pocos para morirse. Así son las cosas. En Santa Julia, una población del antiguo fundo Achupallas, por los altos de Viña del Mar, vive Luis Valdivia, un exjugador que debutó en Everton en 1944 y en casi un mes, el 14 de febrero, cumple 100 años, si todo sigue como hasta ahora.
56, 99 o 100.
Alguna vez Jalisco pierde, cantaba el mexicano Jorge Negrete, que murió a los 42, en 1953, pero antes vino a Chile, luciendo un bigote fino y cuidado sobre el labio.
Eladio, apenas lo tuvo, se dejó el mismo bigote, que fue una señal varonil, caballerosa y bien cortada.
El hombre con el número 6 para el Mundial de Chile, vivió y murió por las costas de Caleta Abarca, Quintero y Maitencillo.
El cielo y las estrellas de esos lugares, como los de Tierra Amarilla, no han cambiado nada. Todo está como si fuera ayer.
Te recuerdo Eladio.