La añoranza del campo; la selva de cemento. Sabemos que las concentraciones de población de las grandes ciudades son responsables de la mayor cantidad de emisión de gases de efecto invernadero. Que las decisiones que toma ese enorme colectivo sobre el consumo, o los pequeños cambios en sus hábitos, producen efectos determinantes en el ecosistema. Y tendemos a creer también que fuera de nuestras ciudades está el paraíso perdido, la madre tierra que nos aguarda para una reconciliación redentora. Pero, lamentablemente, no es así. En nuestro paisaje extraurbano se encuentra la esencia misma de la crisis ambiental.
Lejos de ser un mosaico virtuoso y sustentable, nuestro territorio se asemeja a manchas de aceite arrojadas sobre un charco poco profundo, que van expandiéndose y embadurnándolo todo. De cordillera a mar, actividades productivas de todo tipo han depredado el paisaje y agotado nuestros recursos. Ríos secos, secuestrados por la actividad minera y cierta agricultura depredadora, que comparte con la minería el mismo analfabetismo frente al paisaje. Laderas y bosques nativos erosionados irremediablemente por la misma práctica indolente y por una industria forestal agresiva y cortoplacista. Suelos agrícolas, ricos y fértiles, fragmentados en urbanizaciones de parcelas para el uso de veraneo, cada una con un pozo drenando las napas subterráneas para regar praderas y llenar piscinas. Tóxicas usinas para las faenas alimentarias que producen más riles y pestilencias que las peores industrias victorianas, estropeando para la vida digna comarcas completas. Dunas y humedales sepultados bajo el cemento de megaedificios con vista al mar. La lista es casi interminable.
No nos hará mal ducharnos más corto, pero nuestra crisis ambiental no se detiene con gestos individuales. Los ciudadanos tenemos conciencia, el capital no. No le sigamos pidiendo ética si no hemos sido capaces de ponerle reglas. Si no planificamos el territorio y regulamos su explotación, el desierto avanzará sin tregua hasta nuestro jardín, lo hayamos regado o no.