Al entrar a un nuevo año es inevitable hacer balances o reflexionar al menos sobre lo que ocurrió en estos últimos doce meses. Un año en el que la oferta de restoranes, cafeterías y bares se amplió significativamente.
Muchas inauguraciones de establecimientos de renombre como Panchita, La Mesa, La Brasserie de Franck y Héctor, La Picantería, Lolita Jones y Arpezur, entre otros. Además de un fenómeno necesario y gratificante: los pequeños cafés de barrio, que han poblado las calles del país, ofreciendo un lugar de encuentro y relajo para los vecinos. Mayoritariamente a cargo de jóvenes emprendedores, son la esperanza de que la gastronomía nacional vaya tomando cada vez más importancia.
Sin embargo, y no puede dejar de considerarse en cualquier balance, tanta inauguración fue también responsable de la durísima competencia que se produjo en el sector. Los clientes habituales dejaron su hasta entonces irrestricta fidelidad para dedicarse a conocer y visitar otros lugares. Ya nadie contaba con un público cautivo. La competencia se puso cada vez más feroz y hubo que reinventarse para sobrevivir.
A ello, además, se sumó en octubre el estallido de las demandas sociales que obligó a cerrar muchos locales, algunos definitivamente. La cancelación de la APEC y la COP25 fue otro duro golpe al sector. Tras un año no demasiado auspicioso, los miles de delegados hacían presagiar un par de excelentes meses. Por su parte, el turismo también se vio seriamente afectado.
Pero, más allá de todo lo mencionado, hay un hecho preocupante, soterrado y amenazador: la intolerancia que también está llegando a la gastronomía. Sentarse en una mesa y comer representa uno de los aspectos más evidentemente culturales del hombre. Al calor de un buen vino y un plato, todo se ve mejor. Se conversa, discute y hace a todos iguales.
Y en esa democracia que se arma en torno a una mesa caben todos. No solo los que piensan como uno. Tristemente, hay establecimientos cerrados por destrozos, desórdenes o graves amenazas. Eso no es digno de un país republicano y demócrata. Por eso, en este nuevo Chile que se anuncia, todos caben, nadie sobra. Se piense como se piense.