Con el ciclo que ofrece de trabajos performáticos del creador libanés Rabih Mroué, un adelantado de la experimentación escénica, Santiago a Mil 2020 nos sorprende revelando que este pequeño país árabe es vanguardia en la materia a nivel mundial. “Looking for a missing employee” (“En busca de un empleado desaparecido”), en gira desde su estreno en 2003, es un singular artificio al borde de lo que se puede llamar teatro, cuya ingeniosidad, agudeza y capas sobrepuestas de lectura termina por brindar una jornada lúcida, irónica y apasionante en varios sentidos.
Sin un texto dramático y ni un solo actor que se asome al escenario, sí hay aquí representación en vivo, pero haciendo un rodeo tecnológico. Mroué (52), quien concibió el acto, lo dirigió y ejecuta, sentado en una butaca de la platea le habla a una cámara en circuito cerrado, de modo que su rostro aparece en un gran monitor al centro del escenario como dirigiéndose frontalmente al público. Otra cámara desde lo alto filma los archivadores y papeles que él hojea, material que se reproduce en una pantalla al fondo. Al lado de esta una segunda pantalla muestra los textos, dibujos y diagramas con que un artista visual en otro sector de la platea, ilustra el relato en vivo.
Oficiando de narrador, Mroué anuncia que obsesionado por la ola de desapariciones de personas en su país en los años 90, comenzó a archivar recortes periodísticos del tema. Se propone ahora investigar a partir de lo recopilado qué pasó con un gris funcionario del Ministerio de Finanzas que en 1996 nunca retornó a su hogar en Beirut. ¿Fue secuestrado? ¿Quizás asesinado? La revisión de los artículos de prensa reconstruye la pesquisa judicial y las declaraciones de la esposa de la víctima y otros cercanos. El caso se complica, aparecen distintos sospechosos y empiezan a surgir conexiones delictuales, económicas y políticas, incluso internacionales, hasta el punto que todo se convierte en un auténtico laberinto.
Es posible que el incidente de base sea real, al menos parte de él. Pero la cuestión se enreda aún más con datos contradictorios respecto, por ejemplo, al cuantioso monto de dinero faltante o la verdadera identidad de algunos personajes. El relator advierte que no hay que creer en todo lo que afirman los diarios e insiste en que “solo un pelo separa la verdad de la mentira”. ¿Qué es real y qué ficción?
Así, este artificio funciona como un
thriller detectivesco que en tanto escudriña en los recovecos que ocultan una desaparición, despliega una crítica a la corrupción generalizada en el poder, la negligencia burocrática y la manipulación de la información, con desencantado escepticismo y un toque además surreal. A fin de cuentas, no se puede creer en nada, todo se torna un juego de pura apariencia, y hasta el narrador desaparece.
De paso prueba que Líbano y Chile no son muy distintos y atraviesan momentos parecidos. En cierto punto tiende a dar vueltas sobre sí misma; con 15 o 20 minutos menos andaría aún mejor. Como propuesta rupturista que es, sobra el aplauso final (no hay a quien aplaudir).
Teatro Mori Recoleta. Hoy última función, a las 18:00 horas.