2020 se inicia con solo un gobierno de izquierda en Sudamérica, el de Nicolás Maduro. Así ocurrirá desde marzo próximo, cuando asuma el Presidente de Uruguay, Luis Alberto Lacalle Pou.
La década de 2010 fue lo contrario. La región fue dominada por Inácio Lula da Silva, Dilma Rousseff, José Mujica, Rafael Correa, Fernando Lugo, Néstor Kirchner, Cristina Fernández y Evo Morales. Los exmandatarios, aunque derrotados, algunos prófugos y otros condenados o acusados de corrupción, han vuelto al ataque. Habiendo fundido Unasur y perdido el control de la OEA, de Celac y del Mercosur, se han reagrupado en el Grupo de Puebla y pretenden recuperar su influencia política en América del Sur.
Su primer objetivo es Brasil, reposicionar a Lula y desestabilizar al Presidente Bolsonaro. No les ha resultado aún. Lula está condenado por corrupción y Bolsonaro, a pesar de sus controversiales declaraciones, está logrando la recuperación de la economía, avanza en la seguridad pública y ha sido capaz de controlar la violencia en las protestas. Desde Brasil hay influencia y dinero para financiar la política en el extranjero. Lo demostró la corrupta alianza del PT con Petrobras, OAS y Odebrecht.
Otro objetivo es Bolivia y reinstalar la influencia de Evo Morales. Para desestabilizar a la Presidenta Jeanine Áñez, los populistas han recurrido a alianzas extrarregionales, a los gobiernos afines de México y España. La intervención extranjera en Bolivia es descarada. Morales, refugiado en Buenos Aires, protegido por la vicepresidenta Cristina Fernández, ordena protestas violentas. Contra toda práctica internacional que obliga a los refugiados a abstenerse de actividades políticas, Morales se desempeña desde Argentina como jefe de la campaña electoral del Movimiento al Socialismo (MAS). Antes México negoció su fuga y le prestó asilo. Ahora la embajada mexicana en La Paz asila a sus colaboradores, acusados de complicidad en los fraudes fiscales y electorales del expresidente. Recientemente, funcionarios de la embajada de España en Bolivia desencadenaron un confuso incidente, posiblemente para trasladar furtivamente a los asilados y, en todo caso, para tensionar las relaciones bolivianas con la Unión Europea. El evento fue descubierto por la policía boliviana.
La Presidenta Áñez está avanzando en la compleja transición democrática. Ha logrado acuerdos con sectores del MAS en el nombramiento del Tribunal Electoral encargado de las próximas elecciones. Para cumplir con su cometido deberá sortear los obstáculos del negativo legado de Evo Morales y la intromisión de sus aliados locales y del exterior.
Desestabilizar a otros gobiernos de la región desde el extranjero, Chile incluido, es un objetivo perfectamente posible del régimen de Maduro y sus antiguos aliados. Colombia lo ha denunciado, dispone de un buen servicio de inteligencia para detectarlo. Esa es una carencia evidente en nuestro caso.