A los 89 años, Clint Eastwood sigue densificando su galería de pequeños “héroes americanos”; esta vez, más cerca de los protagonistas atormentados como
Sully y
La mula que de los hombres en guerra como
El francotirador o
15:17 Tren a París. En esta ocasión se trata de Richard Jewell, el guardia de seguridad que descubrió la bomba en el Centennial Park de Atlanta durante las Olimpíadas de Verano de 1996 y que después fue acusado de instalarla. Un hombre que pasó de héroe a villano en solo unos pocos días, como Sully tras el accidente de aviación en el río Hudson.
Jewell (Paul Walter Hauser) es un sujeto extraño, con algún retardo en su maduración. A sus 33 años, vive con su madre, es un aficionado a las armas y solo desea ser policía. Ni la obesidad ni la inteligencia lo acompañan en esa aspiración; meses antes del atentado ha sido despedido de un prestigioso colegio privado por excederse en la aplicación de los protocolos con los alumnos. En esa vocación por la ley y el orden hay también una persona que desea ser querida, que igual como exagera con los protocolos se excede con las atenciones a los demás. Jewell es un raro sujeto entrañable.
Y en el destino de este hombre, que descubre una bomba de puro exagerado, que salva las vidas de cientos de inocentes, se cruzan un agente del FBI (Jon Hamm), que desea tener un exitazo policial, y una periodista inescrupulosa (Olivia Wilde), que canjea sexo por un golpe noticioso. Todo lo que tienen para acusarlo es el perfil psicológico de un extremista solitario, una especie de bombero pirómano, capaz de crear un atentado para simularse héroe. No es más que eso: un perfil.
Curiosamente, Eastwood usa un nombre ficticio para el investigador del FBI, pero el nombre de la periodista, Kathy Scruggs, y el de su diario, el
Atlanta Journal-Constitution, son los reales: ese diferente estándar muestra cierto ensañamiento moral contra la reportera, doblemente discutible desde que ella murió en 2001. Parece que el cineasta no notara que su trato con Scruggs es el mismo, o algo peor, del que ha victimado a su pobre Jewell.
Eastwood radicaliza su estilo clásico, pulcro y sin aspavientos, en la que resulta ser una de las cintas más conservadoras y más moralizantes de su filmografía reciente. La reivindicación de un héroe menor, complejo y vacilante, se aviene bien con ese rigor fílmico. Pero su retrato de los acusadores tiene un desequilibrio que hace sospechar de todo ese estoicismo, que lo vuelve opaco y tendencioso. Filmar de esta manera supone una posición moral, pero también una integridad delicada, que se quebranta en cuanto violenta su propia ética.
Richard JewellDirección: Clint Eastwood.
Con: Paul Walter Hauser, Sam Rockwell, Kathy Bates, Olivia Wilde, Jon Hamm, Nina Arianda, Charles Green, Alex Collins. 131 minutos.