“Estadígrafos” se llama un grupo de WhatsApp que organizó y en el que milita Jorge Gómez, “Pelotazo”, el más veloz procesador de estadísticas que haya conocido, y “Asifuch” se llama otro grupo pelotero en que se destaca Carlos Gómez por sus aportes y, en especial, por su programa REC, de Canal 13, donde muestra partidos históricos que sus seguidores disfrutamos a concho.
El caso es que participo en ambos (aunque poco, debo confesar) y aprovecho de aprender cosas que no se me habría ocurrido que podía aprender. Pueden hablar igual del Liverpool que de Lister Rossel, de la Champions y de la Copa Simón Bolívar de Bolivia.
Es por estos medios que me enteré de una noticia que me alegró muchísimo: una foto de Andrés Prieto acompañado de parte de su familia en su cumpleaños 91. Eso es ubicarse a las puertas del siglo. Notable. Y recordando con lucidez y fluidez cosas y personas muy alejadas en el tiempo, según me dicen personas que lo han visto hace poco. Personalmente hablé con él por teléfono hasta hace unos 4 años, cuando compartía con el “Toño” Prieto, su hijo, en la radio Cooperativa. Se acordaba de cosas que yo no recuerdo, algunas porque las olvidé y otras porque no las conocí.
Pero nunca olvidaré aquella tarde de marzo de 1963 en Quillota, cuando se jugó la última fecha del torneo de 1962, alargado por su inolvidable Mundial. Colo Colo enfrentaba a San Luis, que llegaba a cerrar el campeonato con la cara imborrable de los candidatos al descenso. Y más cara tenía al final del primer tiempo, pues perdía por 0-2 a manos de Luis Hernán Álvarez y Mario Moreno.
Y vueltos al campo el encuentro se puso aún más feo para San Luis: a los 7 minutos Bernardo Bello puso el 3-0. Ya podían doblar las campanas por los canarios. Pero seis minutos más tarde Misael Escuti da rebote en un disparo de Roque Mercury y el lateral Sergio Velasco se adelanta y sorprende para convertir el descuento.
De ahí en adelante, San Luis se transforma en una tromba que se lleva por delante al Cacique y lo desarma. El paso del huracán quillotano deja en el camino a Álvarez y a Mario Ortiz, ambos lesionados, y se hace dueño de la cancha, de las ocasiones y de los goles. Dos de Mercury y dos de José Benito Ríos dejan la cuenta 5 a 3. San Luis se salva.
En la banca, el entrenador quillotano, Andrés Prieto, empieza el festejo. ¿Qué hacía yo a su lado? Qué se yo, de intruso nomás. El caso es que el “Chuleta” me dio un abrazo de esos que él daba. Ahogador, efusivo, de esos que salen del alma. Jamás lo olvidaré, aunque con los años me regaló otros, como a tanta gente que lo ha tratado a través de los años.
A donde quiera que llegó lo quisieron. Sus jugadores, los hinchas, el periodismo. Gran tipo el “Chuleta”, como jugador y como técnico. Y, sobre todo, como persona que nunca posó de santo ni le hizo daño a otros.
Un pedazo grande de la historia del fútbol chileno. Desde que no podía jugar por la Católica en Primera División porque estaba de gira con su colegio en 1946, hasta esta foto amable de 2019 con 91 años llenos de recuerdos y abrazos de hermano.
¿Le cuento algo? Ya no los hacen así.