En Europa no se hace la conexión, porque entre decenas de jugadores de tantos equipos, la suerte de un puñado de chilenos es insignificante. Y que esos hombres sean la nuez y corazón de la selección de Chile, es algo que ni saben ni les importa. No están preocupados de eso, por favor.
En el único país donde Chile es el centro del mundo es Chile. Y sólo acá estamos pendientes de la selección y de sus mejores cartas, algunas ajadas, pero ya no hay tiempo para cambiarlo y ni siquiera para barajarlo.
¿Y el croupier? ¿Qué quieren que les diga? Ya se fue la bolita.
Con angustia se siguen los devaneos de Arturo Vidal, que no es titular y salta de cuarto de hora en cuarto, porque para Chile como él no hay otro, pero para Barcelona es uno más: reemplazable, desechable, descartable. Se pueden usar más sinónimos, pero para qué.
En el Inter de Milán, que está jugando como hace tiempo no lo hacía, la delantera del Romelu Lukaku y Lautaro Martínez avanza a 100 por hora, y están convertidos en una dupla intratable. Alexis Sánchez, lesionado y con semanas de para, necesita un lugar bajo el sol. Algo que a los hinchas italianos no les quita el sueño ni el hambre, porque mientras Lukaku y Lautaro sigan tal cual, el resto son actores secundarios, iguales y sustituibles que se sacan, cambian, venden y truecan.
Claudio Bravo fue titular por el Manchester City en la Copa de Inglaterra y su equipo derrotó al Oxford United, un equipo de 126 años que juega en la tercera división y en un estadio para 13 mil personas. Está haciendo lo que hay que hacer. Tuvo dos buenas tapadas que están en las redes sociales, con los comentarios locales, que desde luego lo elogian. No hay mayor gozo chileno que escuchar loas extranjeras. Y no solo con el fútbol. Una suiza dice que no hay como el sur de Chile. ¡Una suiza! Ojo. Y un gringo de Idaho asegura que no hay belleza que se compare con el norte chileno.
Se dicen tantas cosas.
Se dicen de Alexis, Vidal o Bravo, nuestros reyes magos. También de Medel, Isla, Pulgar o Maripán, cuando sea el caso.
Como si las palabras en otros idiomas y acentos, fueran la verdad.
La verdad no es así: no son más que opiniones y descripciones de un momento y alguna jugada. Hoy por un chileno, mañana un nigeriano, después croata y Camerún, Ucrania, Estonia o Ecuador, y así van pasando.
Los turistas, por cierto, son amables y dicen lo que queremos escuchar.
Solo para nosotros, los chilenos, esos jugadores son imprescindibles.
No hay más que un ruego y deseo: que entre enero y marzo del 2020, jueguen todo lo que puedan y que estén a punto, porque aquí, por la selección, no hay nada más que hacer. Es la única esperanza. Que tres reyes, que además son magos, vuelvan con el oro, el incienso y la mirra que necesita la selección de Chile.