Se trata de una novela póstuma del lingüista y novelista Andrés Gallardo, quien comenzó a escribirla a fines de los ochenta; de ahí las frecuentes alusiones a los estados de excepción y al toque de queda, que eran el pan de cada día en aquella época, y que envuelven las conversaciones entre tres amigos de la juventud, que llegaron a serlo por sus novias, después señoras y, en el caso de uno de ellos, exseñora. Amigos que ya están instalados en los bordes difusos de la cincuentena y que se lamentan de la decadencia de los cuerpos; de hecho, la acción se desencadena cuando uno de ellos pierde un diente y se recluye en el rincón más apartado y oscuro de su casa. A él lo conocemos como Uno y a sus amigos como el Otro y el Amigo Ahí. No hay nombres propios en la novela; cada personaje es nombrado por su función o por su relación con los protagonistas. Es un artificio que, según indica Adriana Valdés en el posfacio, tiene un efecto indeciblemente cómico. Y esta es una de las características más destacables de la novela (y de la obra de Gallardo en general): el socarrón y campechano sentido del humor del autor, que delata su vocación de lingüista en el oído finísimo para captar y usar a gusto la riqueza del habla popular de Chile. Hay capítulos con muchos diálogos donde reluce la acumulación de lugares comunes y frases hechas que, en el castellano local, siempre se relacionan con modos de atenuación, de decir sin decir.
Hay también secciones narrativas de enorme gracia y riqueza, relatos casi autónomos que se leen con placer y carcajadas, muy cercanas al habla coloquial, pero a la vez elaboradas y cuidadas hasta el punto de que esa construcción desaparece de la vista. Es otro Chile —que Gallardo conoció tan bien—, el de la provincia, el profundo, el que emerge en estas páginas, en la peregrinación que los amigos emprenden hacia el lugar mítico de la narrativa del autor, Cobquecura. Y a propósito de eso, cuenta en el prólogo —que es parte de la trama ficcional y también divertidísimo— que ese era el nombre que tenía pensado para la novela, pero, tras las críticas de su señora y de sus amigas, se decantó por La ciencia de las mujeres, verso de un amigo suyo. Sin embargo, aclara, es “una novela hombrista” (no machista ni femenista) que cuenta la historia de tres hombres “que descubren que han empezado a ponerse viejos sin haber terminado de aclarar su relación con las mujeres”, pero que va más allá en su lúcida y gozosa exploración de los modos de decir de los chilenos, que son también sus modos de ser.
Andrés Gallardo
Liberalia, Santiago, 2019. 316 páginas.