El fútbol es mucho más que la suma de todos sus brillos y de todo lo científica que pueda ser su preparación y de todos los pecados que se puedan cometer en su nombre y de las fortunas que giren a su alrededor. Sigue siendo, por sobre todo, un ramillete de sentimientos: de alegría, de satisfacción, de orgullo.
Todos ellos deben haber estado reunidos en el corazón penquista desde la jornada del domingo con su triunfo de ribetes dramáticos y el retorno al fútbol profesional al cabo de tres años de castigo. Los retornos tienen ese tremendo sabor del esfuerzo, del dolor por lo que pareció o fue injusto, de la alegría por conseguirlo. Como cuando Muhammad Alí volvió luego de ser castigado por negarse a combatir en Vietnam, como cuando “Chamaco” Valdés se tituló campeón con Colo Colo en 1972 después de varias temporadas lejos del club de su vida. Volver es el verbo y así se llama el tango, aunque en Conce no fuera “con la frente marchita”, sino con la frente en alto tras la victoria.
Si no hubiese sido tan estrecha, Ignacio Sepúlveda se habría sacado la camiseta mientras corría celebrando su gol, el del triunfo, sobre Limache. El León volvía a rugir en Collao. Quizás si hasta el centro de la ciudad, destruido por los que no la quieren y no quieren a nadie y a nada, vibró con el estruendo del bello estadio. Y los treinta mil espectadores soltaron ese grito de alegría, de desafío, de orgullo.
Veinticinco mil personas en un estadio sin vigilancia policial. Sin vigilancia policial. ¿Ha visto? Increíble, después de que vimos cómo un centenar de enajenados detuvieron un partido en La Florida. ¿Puede alguien demostrar que estos barreros (mezcla de barra y barro), no corrieron desde el Monumental a La Florida cumpliendo un plan fríamente diseñado para detener el torneo?
Pero en fin, esa es otra historia. Es la historia del peor directorio que haya tenido jamás la ANFP y antes la ACF.
Ahora estamos en otra. La historia del retorno de Deportes Concepción, del León de Collao, al cabo de tres años. Y sus héroes de hoy se suman a la lista que encabeza el inolvidable Osvaldo Castro, el “Pata Bendita”. Donde estuvo Vicente Cantatore. El “Chiqui” Chavarría, no precisamente por goles o fintas, pero sí por empuje. Haroldo Peña, que solo estuvo un par de años, pero fue “León de Collao”.
Esa es la historia de hoy. Los echaron por deudas. Han pagado con corazón y fe.