Primera producción teatral de Taller Siglo XX tras un lustro de actividad, “Malformados” es un experimento escénico armado en torno al patrocinador del acogedor espacio, Roberto Hoppmann, médico de largo y reconocido currículo en cirugía reconstructiva, con una segunda vocación: la de actor. Eso determina el resultado y su mayor interés.
El subtítulo “Ponencia de un cirujano plástico” fija la idea base: brindar una charla en la que él reflexiona sobre su
expertise; rinde tributo a su maestro, Paul Tessier, “padre” de la cirugía craneofacial (a quien encarna hablando en francés —con traducción— en uno de los pasajes teatralmente más logrados); y en su parte medular expone casos de raras y graves malformaciones congénitas, ilustradas con diapositivas, que intervino y pudo reparar dándoles acceso a esas personas a una vida normal. Luego se refiere a sus operaciones de cambio de sexo, recreando en escena un diálogo suyo con un paciente trans.
Así divulga datos desconocidos sobre los avances de la medicina reconstructiva, asunto que puede ser sin duda duro de procesar, pero que resulta apasionante. Ese material, en el que por cierto hay escasa representación y cero cualidad dramática, bien podría caber en el amplio rango que abarca hoy el teatro documental. Su dramatismo implícito proviene de la terrible tragedia humana de los afectados, y de las dudas que plantea su reparación.
Hasta ahí todo bien. El problema es que el proceso creativo nunca optó por el testimonio directo o ficcionado. Hay al menos tres secuencias pregrabadas en que un narrador en
off informa que quien dicta la conferencia es el Dr. H, en nada distinto al hablante, que empezó a sufrir temblores en sus manos lo cual motiva su disertación. Peor aún: tampoco decide si busca sensibilizar acerca de una cuestión que preferimos ignorar, o choquear al público con el horror y repulsión que provoca la monstruosidad física. Vertientes contrarias que confunden y hacen cortocircuito todo el tiempo durante la entrega.
De modo que en vez de despejar el flujo de la exposición, la propuesta se llena de una teatralidad excesiva y contradictoria. Ocurre en una instalación inmersiva ambientando un viejo quirófano en el que los asistentes —no más de 22 por función— se sientan en dos frentes. Hay otros cinco ejecutantes, uno de ellos un actor de corta estatura, la mayoría de los cuales sin nada que justifique su presencia, se dedican a proyectar las imágenes y mover las luminarias y muebles clínicos.
A medida que avanza la puesta dirigida por Constanza Thümler, se vuelve aparatosa y efectista. La pesadilla del doctor con su rebelión de los monstruos en el último tramo, resulta tremebunda; también la innecesaria referencia a Edward Mordrake, un noble del siglo XIX que supuestamente tuvo dos rostros y cuya existencia real ha sido discutida. En el remate, hay al menos dos finales falsos. A la salida uno se pregunta si valía la pena que Taller Siglo XX desmantelara su bonita sala teatral para una aventura así.
Taller Siglo XX. Sábado y domingo a las 18:00 horas. Hasta el 15 de diciembre.