Obra pensada para el zócalo del GAM que la movilización social hizo emigrar a un escenario techado, “El divino anticristo” evoca al singular, intrigante y temible personaje callejero conocido por ese nombre a dos años de su muerte. Ícono travestido de la surrealidad en Santiago y de la exclusión en el país, por más de tres décadas vagó sin destino en torno al barrio Lastarria y las primeras cuadras de Portugal ajeno a las miradas de los transeúntes, mientras intentaba difundir sus poemas y ensayos de filosofía y política en fotocopias. Porque José Pizarro Caravantes fue ‘normal' y tuvo un buen pasar como estudiante de Literatura, profesor de computación y bombero, antes de una esquizofrenia gatillada por el incendio de su hogar.
Sin duda, un gran personaje, que ya tuvo otras personificaciones teatrales. El primer texto que lo toma como meollo lo firma Mateo Iribarren, quien además lo encarna. Con acierto: su caracterización, pañuelo en la cabeza, falda a la rodilla y zapatones, es como si este hubiera ido pasando por afuera con su carro de supermercado y haya entrado a la sala.
Sin apropiarse de sus escritos, la dramaturgia reproduce el especial lenguaje del “divino”, proclive a los diminutivos, superlativos y la acentuación esdrújula, e intenta reconstruir el particular patrón de funcionamiento de su mente desquiciada, en que el delirio místico se alternaba con fantasías galácticas y alucinadas teorías sobre diversos tópicos a partir, no obstante, de un saber ilustrado y un discurso culto.
La obra, que dirige Natalia Grez, se resiste a concentrarse en la criatura que eligió. Al contrario, ficciona en 65 minutos y con recursos muy simples un momento rutinario en su vida en el que interactúa con otro personaje callejero real: una adicta, alegre y optimista, que bailaba en la vía pública para ganar unos pesos, hasta su asesinato en mayo último. En ese imaginado encuentro, Lily representa el polo femenino que siempre le faltó.
Por esa vía vagamente sentimental la entrega deriva al tema de la marginación en Chile de la locura y la pobreza extrema. El segundo rol, que tiene largos parlamentos, despierta menos interés y le quita protagonismo al eje para desarrollar otras aristas suyas, que las tiene y muy ricas. Al fin y al cabo, este no es el retrato teatral definitivo del “divino” que el título hacía esperar y al respecto queda en deuda.
Teatro Mori Bellavista. Viernes a domingo, a las 20:00 horas. Hasta el 15 de diciembre.