Esta es la situación: el joven subgraduado Gatsby Welles (Timothée Chalamet) se propone pasar un fin de semana de amor en Nueva York con su novia, la estudiante de Periodismo Ashleigh Enright (Elle Fanning), que ha conseguido una entrevista en esa ciudad con un cineasta de culto. Gatsby es un joven sofisticado e inteligente, que toca piano, ama el jazz, es un consumado jugador de póker y procede de una familia de la clase alta neoyorquina. Ashleigh, en cambio, es chispeante y entusiasta, un poco boba, y proviene de una familia conservadora y episcopaliana de Arizona, un origen que encanta, aun sin conocer a su futura nuera, a la madre de Gatsby.
El director de cine, Roland Pollard (Liev Schreiber), resulta ser un solitario, algo alcohólico y con un estado de crisis sentimental que es entre permanente y posada. Mientras visita a un amigo que no puede casarse con su novia porque detesta su risa, Gatsby imagina la idea inconcebible de que Ashleigh pueda tener una aventura en su ciudad. En efecto, Ashleigh es capturada por el frenesí del cine y no solo el director, sino también su guionista (Jude Law) y un galán de moda (Diego Luna) intentan seducirla durante una jornada de vértigo. Para mayor precisión, solo el galán intenta pasar a mayores en un momento de mareado consentimiento de la estudiante.
Jamás debería uno mezclar el material de una película con lo que se sabe o se dice de la vida personal de sus gestores. Pero Woody Allen se ha esforzado por hacer visibles sus conflictos personales a lo largo de toda su filmografía. En muchos casos parece que esas experiencias son incluso el material central de su obra y la doble exposición —en la pantalla y en las revistas del corazón— es parte de su dinámica expresiva. Bajo esa luz,
Un día de lluvia en Nueva York parece una respuesta a las denuncias sobre acoso sexual que ha sufrido Allen, una respuesta que contiene a la vez la explicación —el vertiginoso mundo del cine— y la exculpación —el culpable no es el director—.
Todo esto está hecho con cierto ingenio —es una de sus cintas recientes más hilarantes—, con alguna astucia —se las arregla para sacar unos buenos cadáveres del armario— y con el afecto ya nostálgico de un veterano por la ciudad a la que ha rendido repetido tributo. Es un relato de diseño, que permite que se vean “todos los botones” (como dice Dickens de cierto personaje), un gran artificio urdido en aras del elogio de la juventud y, al paso, de quitarles caña a las cosas que pueden sonar graves.
A Rainy Day In New YorkDirección: Woody Allen.
Con: Timothée Chalamet, Elle Fanning, Liev Schreiber, Selena Gomez, Jude Law.
92 minutos.