El abrupto final de la temporada futbolística nacional —cuyas motivaciones y consecuencias tendrán que explicar alguna vez los que tomaron esta decisión— trajo como efecto inmediato el término de la relación contractual de trabajadores de la actividad.
Como bien es sabido, el fútbol es, para la mayoría, un oficio precario en términos de seguridad laboral. No existe carrera funcionaria, contratos indefinidos, premios por años de servicio ni menos una jubilación digna asegurada. El empleador —es decir, el dueño de un club— puede poner fin a un contrato o no renovarlo simplemente porque quiere otro jugador o entrenador. Y las razones del despido son, casi siempre, poco honorables: el sobre azul se extiende porque el futbolista es considerado veterano o no está para exigencias específicas o porque un entrenador osa pedir mayores recursos no solo para él, sino que para armar un plantel que le dé opciones al menos de pelear lo que los mismos jefes le están exigiendo en términos competitivos.
Valga ello para tratar de explicar las primeras bajas post fin de temporada en los clubes nacionales: la del volante Jaime Valdés en Colo Colo, y la del DT Marco Antonio Figueroa en O'Higgins.
En el caso del entrenador, hay varias cosas que no se entienden (y sería bueno que se transparentaran). De partida, su evaluación en términos de rendimiento del equipo no puede ser mala. Más considerando el hecho de que a mitad de año, el club decidió transferir a algunos jugadores importantes como el goleador Maxi Salas y el eficiente Juan Fuentes.
Pese a ello, el segundo semestre de los celestes fue digno. Figueroa logró ensamblar piezas nuevas, le dio más protagonismo a los jóvenes y si bien O'Higgins tuvo sus altos y bajos, no fueron más que los que tuvo la mayoría de los equipos del torneo.
¿Por qué se va Figueroa? ¿Por pesado? ¿Tiene otra oferta? ¿Se peleó con alguien? ¿Pidió un dineral y un equipo galáctico? Que lo expliquen, por favor.
La salida de Jaime Valdés de Colo Colo —su no renovación— claro, estaba más cantada. Aunque aún no se ha visto ni asomo de eso, se supone que a los 38 años Pajarito no está para el fútbol ofensivo y vertiginoso que Mario Salas quiere imponer en el equipo albo (sic).
Pero lo que ha manchado la decisión han sido dos cosas: que Valdés cuando entró a jugar este año fue un aporte para el abúlico y magro Colo Colo; y que en los últimos meses hubo rumores fuertes de que la relación entre el jugador y Salas estaba en punto muerto, aparentemente por la poca comunicación del DT al tomar sus decisiones.
Claro, Colo Colo y su concesionaria le agradece a Valdés los servicios prestados y le ofrece despedida de lujo cuando decida colgar los botines.
Pero no basta. Valdés en el equipo albo no solo fue un eficiente y fino jugador. Se identificó y no tuvo problemas para hacer traspasar su hinchismo por los albos aunque ello, a veces, no se viera bien a ojos no colocolinos.
Cierto. Para Valdés, tal como para el Fantasma, la opción de una salida de su lugar de trabajo era una opción alta. Lo que no debió ser es que no se dieran las razones. Por respeto y dignidad.