La obra de Colm Tóibín (1955) que comprende novelas, cuentos, ensayos y teatro, lo sitúa como un autor fundamental dentro de la literatura anglosajona del presente. Su maestro es Henry James y no es casualidad que el libro que lo consagró se llame
The master (2004), un abierto homenaje a su mentor. En esta filiación jamesiana Tóibín no está solo, sino que se une a la estirpe de prosistas como Iris Murdoch, Cynthia Ozick o John Banville, quienes reivindicaron las grandes temáticas narrativas tradicionales, ignorando los gestos rupturistas de las vanguardias y recurrieron a la ficción como espacio para la averiguación dramática de temas que todavía nos atañen. Y si fueron tantos los que en aquella época acudieron a James en busca de inspiración, fue porque en su corpus se asiste al desmembramiento de la novelística decimonónica y se preserva la ambición de conocimiento psicológico, el estudio de seres humanos y el derecho a la incertidumbre.
Madres e hijos se compone de trece relatos, provenientes de una colección con el mismo nombre y de otra titulada “La familia vacía”. El género breve no es para Tóibín un ejercicio de preparación, como lo ha sido para muchos coetáneos suyos, sino que conforma otro modo de componer, tan válido como la construcción de vastas elaboraciones novelescas. Este compendio se abre con “Silencio” y la protagonista es Lady Gregory, un personaje célebre de la cultura dublinesa que fascina a Tóibín. En el ritmo pausado, que culmina en una situación sorprendente, Lady Gregory escribe una confesión autobiográfica de sus deslices adúlteros con el poeta Wilfrid Blunt. Este caballero resultó ser un buen amante, pero un pésimo versificador, hasta el punto en que termina robándole estrofas a Lady Gregory, lo que ella acepta por compasión o porque le da lo mismo.
Tóibín vivió varios años en la España posfranquista y tenemos una diversa muestra de su experiencia en la península. “Barcelona, 1975” expone los detalles de una iniciación homosexual con una frialdad y una crudeza que podrían llegar a lo obsceno, si bien se salva de ello gracias al énfasis en lo íntimo, algo muy difícil en estos tiempos, donde a menudo las escenas eróticas son gratuitas, chabacanas o vulgares. En esa misma línea se encuentra “La calle”, en realidad una novela corta, que con una finura y un conocimiento de las pellejerías por las que pasan los inmigrantes, describe la relación entre Malik y Abdul, dos paquistaníes varados en un país del que no saben el idioma y cuya situación legal es muy precaria. La historia desarrolla la evolución de este vínculo con cierta explicitación, aun cuando el tono general es lírico. Tóibín sabe ponerse en el lugar de los musulmanes gays, para los cuales su pasión es más difícil de expresar que para los occidentales de hoy. Sin embargo, las dificultades se superan gracias a la tolerancia del imán del grupo, quien pese a que lee a diario el Corán, llega incluso a estimular a Malik y Abdul para que hagan lo que quieran con sus cuerpos, siempre que sea en forma privada. “La nueva España”, “Dos mujeres” y “Verano del 38” también se encuentran ambientados en territorio hispánico y a ratos se diría que están escritos en castellano (o quizá den esa impresión gracias a la excelente traducción de esta antología).
“Una canción” tiene de protagonista a un joven semialcohólico, quien durante una noche en un bar, cree vislumbrar a la madre que decidió abandonarlo al nacer, dejándolo en el desamparo y la indefensión. Siendo irlandés, Tóibín tenía que abordar el asunto de los abusos con niños cometidos por miembros de la Iglesia y “Un cura en la familia” expone las vicisitudes de una mujer que tiene que asumir la noticia de que su primógenito, un sacerdote, ha sido acusado de cometer este tipo de actos. En “El quid de la cuestión”, que rebasa las proporciones de un argumento corto para ser casi una novela, la trayectoria de una viuda arruinada por su difunto marido, que decide poner un negocio de “
fish and chips”, es absorbente y apasionante, sobre todo gracias a la habilidad de Tóibín para observar y dar voz a personajes en los que los narradores de hoy no suelen fijarse; el suceso culminante ocurre cuando la heroína acude al banco para entrevistarse con el director y descubre el deplorable estado de sus cuentas, en un sofocado e intenso diálogo que se dispara en varias direcciones.
En suma, Tóibín domina una categoría estilística muy propia de su tradición que es lo inhibido, lo reservado, lo mesurado, todo lo cual hace de
Madres e hijos un volumen notable.
Madres e hijos
Colm Tóibín
Editorial Lumen, Barcelona, 2019, 382 páginas, $14.000.
RELATOS