Felipe Becerra tiene una breve trayectoria en la narrativa chilena. A los 22 años ganó el Premio Roberto Bolaño de Literatura Joven; y
Bagual, su primera novela, una obra tan inquietante como original, fue editada en 2009 en Lima y en 2014 en Chile. Desde entonces está escribiendo su segunda novela, la “próxima” aludida en el título de este libro, que tiene el nombre —probablemente provisorio— de
Los cisnes del ñache. El autor ha acompañado la escritura de aquella obra con anotaciones en cuadernos siempre iguales, de ochenta páginas lineadas, que también incorporan recortes, citas y materiales diversos. Sostiene que esa escritura paralela es “la marca sostenida de una dilación” que, sin embargo, crece junto a la novela; Becerra juega con la idea de la postergación permanente y postula que “la postergación creativa” —respecto de la ficción— sitúa en otro marco a la escritura, que pasa a ser más una experiencia vital, ya disociada de los procesos de edición y publicación. La próxima novela, como texto, encierra una posible contradicción que el autor plantea así: “Cada anotación va sumando líneas, páginas, escritura. Pero a la vez cada una de ellas implica decir no al libro”. Y un poco más adelante: “¿Cómo publicar estas anotaciones sin traicionar su resistencia a la clausura?”.
Un modo de resolverlo es incorporar en el libro la materialidad de la escritura manuscrita, a través de fotos de páginas de los cuadernos. No está tan claro si es suficiente; de cualquier modo, lo más valioso del libro pasa por la reflexión en torno a las letras, las cursivas, los manuscritos y —aunque las cuestiona— lo que se ha dado en llamar las escrituras del yo. Es curioso que no hable de Vila-Matas y que Mario Levrero aparezca apenas en una cita, autores emparentados con la idea de la escritura como postergación y negación; en cambio, aparecen Johannes Trithemius y su elogio de los amanuenses, Roland Barthes, Juan Emar, y otros cineastas y escritores que se han establecido sobre la línea fronteriza de los géneros, con frecuencia bajo la misma forma que utiliza Becerra: “El cuaderno, entonces, como el espacio de límites difusos donde lo que las instituciones impiden se hace posible”. La clausura de estos textos —la selección de anotaciones y su paso al impreso— puede ser un excelente prólogo a la próxima novela de Becerra, si es que decide alguna vez concluirla, porque “una novela es el preparativo de una desilusión. Una desilusión feliz, restauradora”.
FELIPE BECERRA
Alquimia, Santiago, 2019. 96 páginas.