Podremos ponernos de acuerdo o no en el que vendría siendo ya el cuarto o quinto nombre de este lugar. La verdad es que poco importa, porque el nuevo nombre ya está operando y no requirió ni de decretos ni de la condescendencia de nadie. Simplemente ocurrió, siguiendo la naturaleza de origen de esta rótula urbana, que vino a aparecer a fines de la intendencia de Vicuña Mackenna; mezcla poco clara de trama vial, estación ferroviaria y plaza pública. Bisagra simbólica, aunque imprecisa, de la división entre ricos y pobres, se ha transformado en el lugar de celebración y manifestación por excelencia, sin que nadie tampoco pueda precisar el origen ni el sentido de esa idea. Es el centro de Chile, aunque ni los edificios ni los monumentos ni la forma de la plaza acompañen ni de cerca los alcances de su significado colectivo.
Por lo mismo, ha sido modificada muchas veces de forma parcial e imperfecta, y ha sido figurada su optimización en, al menos, dos grandes concursos de arquitectura. El diseño más reciente, que propuso la oficina Lyon Bosch-Martic como parte de la estrategia de remodelación del eje Alameda-Providencia, entregaba una gran explanada a las expresiones masivas. Sin embargo, ciertas aprensiones patrimonialistas habían hecho volver al diseño las camas de petunias y el óvalo de césped que rodean al general Baquedano. La férrea persistencia de un orden aparente que presta argumentos a la rebeldía que más teme.
El espacio público de la ciudad es un horizonte en el que se fricciona lo que propone la autoridad con lo que dispone la ciudadanía que lo usa. Hay espacios que son de por sí más rígidos, restringidos y dirigidos; hay otros en donde la ciudadanía empuja por resignificarlos y adaptarlos a su uso. Hay espacios que se disponen y otros que terminan siendo. Es el tejido de la ciudad y la historia misma de su forma. El urbanismo como disciplina moderna ha debido siempre trabajar en el modelado de esa frontera imperfecta y en constante transmutación entre la voluntad de lo planeado y la vida misma. No podemos renunciar a la idea de que encontraremos la forma adecuada, el proceso correcto, el nombre y los símbolos precisos. Pero, aunque lo consigamos, tampoco podemos desconocer que la ciudad se seguirá rehaciendo también desde la necesaria resistencia.