El subtítulo del libro es “Una tragedia épica. 1945-1975”. Es relevante porque no trata solo de la guerra que libró Estados Unidos, sino que también de la francesa y, más todavía, del origen remoto del conflicto; no es nueva la tesis, pero, en el mundo revuelto de hoy, no está de más recordar que en ese conflicto no solo estuvo en juego la Guerra Fría, sino que también el afán colonialista de Francia, un país avergonzado que se aferró a sus posesiones de ultramar para salvar el orgullo herido. Hastings, historiador y periodista británico, destaca que la sumamente copiosa bibliografía sobre la Guerra de Vietnam tiene su origen en Estados Unidos y, en menor medida, en el propio país que la sufrió; de manera que es quizá la primera obra relevante que ofrece una mirada menos comprometida, por así decirlo, menos teñida por el triunfalismo, la culpa o los ajustes de cuentas. Y es tremendo que así como el orgullo francés desencadenó treinta años de sufrimiento para el pueblo de un pequeño país asiático, el ego gigantesco de algunos de los protagonistas del conflicto —Lyndon Johnson, el presidente que sucedió a Kennedy; Robert McNamara, el secretario de Defensa responsable en buena medida de la escalada que se inició en 1965, y William Westmoreland, el jefe de las fuerzas destacadas en Vietnam entre 1964 y 1968—, sumado al orgullo nacional e imperial de Estados Unidos, contribuyeron decisivamente al estallido y prolongación del conflicto.
Ya en 1962 se hablaba de un general estadounidense que “se esforzaba por creer lo que deseaba creer y rechazar lo que deseaba rechazar”, actitud que fue una constante hasta la debacle final. Hastings también destaca que “un aspecto extraordinario de la toma de decisiones en Washington, entre 1961 y 1975, fue que a los vietnamitas apenas se les dejó participar en nada”. Esa fue otra actitud tan errada como persistente a lo largo de una guerra que castigó, sobre todo, a los campesinos del norte y del sur, en las dictaduras paralelas inauguradas tras la derrota francesa y a lo largo de un conflicto que se libraba en campos y selvas, donde había reclutamiento forzoso para ambos bandos, hambre (más en el norte que en el sur, que es más fértil) y tributos expropiatorios de lado y lado. Ahí está una de las líneas centrales de esta excelente y completa reconstitución de la tragedia: el gran dañado, la mayor víctima, fue el pueblo vietnamita, atrapado en un conflicto que servía a otros intereses; entre ellos, el ego herido de la mayor potencia del mundo.
Max Hastings
Crítica, Barcelona, 2019. 910 páginas.