Estamos en momentos de definiciones —a todo nivel— y tomar posiciones ante las variadas opciones es un deber ineludible. Y acá va una: Reinaldo Rueda debe seguir a cargo de la selección.
Y no solo porque tiene un contrato que es imposible de disolver si es que el empleador lo quisiera (hay cláusulas de salida que resuelven el tema, o al menos, no dejan al fútbol chileno en la miseria), sino porque el DT colombiano sigue siendo la mejor opción de cara al inicio de las eliminatorias rumbo al Mundial de Qatar.
Existen, al menos, tres argumentos para sostener esta opinión.
La primera es que Rueda ya recorrió el camino del real conocimiento del material con el cual Chile cuenta para enfrentar el desafío clasificatorio. Cuando el colombiano llegó a hacerse cargo de la Roja, muchos creían —él era uno de ellos— que con una búsqueda seria y tranquila se podrían encontrar jugadores que se posicionaran como candidatos al inevitable recambio de la generación más triunfadora de la historia del fútbol chileno. Hoy él sabe —y es de imaginar que la mayoría también— que no existe tal recambio. No a nivel generacional, más bien. Que solo un pequeño puñado de jugadores (Pulgar, Maripán, Díaz) hoy son capaces de dejar fuera a jugadores emblemáticos, y que otros (Arias, Vegas, Opazo, Baeza, Pavez, Pinares, Castillo) pueden eventualmente entrar en alguna oncena titular. Sabiendo eso es que Rueda puede ahora tomar decisiones más realistas, porque sabe que buscar donde no hay es una pérdida de tiempo. Un eventual reemplazante caería en la tentación de recorrer el camino de la búsqueda. Y llegaría donde mismo… con meses de retraso.
No es la única razón para alentar la permanencia de Rueda.
También esta “el otro tema”, el de las relaciones con el ingobernable camarín nacional. Es cierto. Rueda no ha podido solucionar el conflicto mayor, es decir, el de Claudio Bravo con Arturo Vidal. Y es seguro que no lo va a solucionar. Pero al menos Rueda logró algo que era indispensable: ya los tiene a ambos en la selección. Sin que se hablen, haciendo cada uno sus famosos “gestos” para decir algo sin decirlo, cada uno con su grupo. Pero los dos ya están. Punto. Eso es lo que se le pedía. Más que eso no lo consigue Rueda, pero tampoco Bielsa, Guardiola o Klopp.
Por último está el tema de la propuesta futbolística.
Es cierto, en la gran mayoría de los encuentros que ha dirigido Rueda no se ha notado bien lo que quiere que sus jugadores expresen. Por muchos momentos parece que ni siquiera existe una hoja de ruta definida. En eso, no hay dos opiniones.
Pero sí algunas salvedades.
Primero, que la mayoría de los encuentros han sido de experimentación y que en muchos no se contó con todo el contingente o no llegaron todos en su mejor momento (¿hemos visto la mejor versión de Alexis Sánchez en algún partido?).
Segundo, si vamos a esperar que el equipo de Rueda juegue como el de Bielsa o el de Sampaoli, es menester decir que hay que ser ingenuo para pensar eso. Y si alguien viene a decir que puede hacer jugar a Chile hoy como ese Chile, no le compro.
Seamos serios y no tiremos humo. Que siga Rueda nomás.