Hagamos recuerdos de cómo conversamos. Alguien cuenta una experiencia y lo que sigue es alguien que dice: “A mí me pasa que…”. Y otro que agrega:
“No es mi experiencia para nada…”. Nadie pregunta. Es corriente que la tendencia sea a hablar de sí mismos. Aun cuando los interlocutores no cambien el tema del que se habla, cada uno siente el impulso y la necesidad de compartir lo propio. A veces, opinamos. Discutimos la postura del otro, que ya es al menos una manera de validar la conversación de uno de nuestros amigos o compañeros, pero la tendencia es a referirnos a nosotros mismos.
Eso no es conversar. Es expresarse, es necesidad de existir para otros.
Hay dos reflexiones que hacer para interpretar este fenómeno.
Una es la soledad reinante que hace casi compulsiva la necesidad de compartir con otros para sentir que otros nos ven, que no somos invisibles, por ende, que existimos para otro. Esta es una necesidad vital del ser humano. Y gran parte de los problemas de salud mental actuales se relacionan con la necesidad existencial de sentirse reconocido por otros. Ser escuchado es una linda manera de existir.
La actual crisis de Chile hoy nos da la posibilidad de discutir, conversar, sacar conclusiones, participar a través de la conversación. En la casa, en el trabajo, en la calle.
Cuando alguien me escucha, soy protagonista. Como en las obras de teatro. El actor que está siendo protagonista porque está expresando, sin interrupciones, su libreto. Podríamos pensar que muchos de los que participan en las protestas necesitan ser escuchados. Necesitan sentir que su voz tiene valor.
Se sorprenderían los lectores de cómo y con cuánta lucidez los pacientes relatan su sensación de no ser escuchados. Ello va ligado a no ser tomado en serio, a ser “ninguneado”
La desconfirmación, tema recurrente en la psicología actual, es eso. Es decir, sin decirlo, la peor de las frases que un humano puede escuchar:
“No existes”.
A veces es porque no hay tiempo, a veces es porque estamos necesitados de ser escuchados y no queremos escuchar. Sea como fuere, la soledad, la rabia y la inseguridad que esto produce son brutales.
Me atrevo a postular que la manifestación de los chilenos hoy es un grito por ser “confirmados” como personas, como ciudadanos. Más allá de las consignas y peticiones explícitas.