La selección de Chile no jugó con Perú.
La decisión fue de los jugadores y no debería extrañar, porque la generación, desde el “Macanudo” Pizzi, empezó a mandarse sola.
¿Era un encuentro decisivo para el funcionamiento del equipo y el armado final? En absoluto y en lo más mínimo.
¿Se trataba de minutos claves los que se desperdiciaron? Tampoco.
Importa, por supuesto, porque hay incumplimiento y pérdidas, no hubo televisión, público ni espectáculo, pero si se trata de fútbol, da exactamente lo mismo no haber jugado.
Y no digamos perder con Perú en Lima y comerse una hipotética paliza, un resultado de esa magnitud habría hecho tambalear a Reinaldo Rueda de la peor manera, en cambio, no hubo partido, y eso para el técnico colombiano fue una molestia, pero podría ser una excusa y en realidad no será más que una anécdota.
Ya no hay espacio para microciclos ni para ciclos ni para micros, se acabó el tiempo de la búsqueda y del cambio y recambio.
El técnico aprovechó como pudo el espacio que hubo y tuvo, hasta aquí llegó y su laboratorio, fórmula y proceso ya culminaron.
De ahora en adelante hay cuenta regresiva, compás de espera y nada más que hacer.
La energía de la selección está en los jugadores y en los líderes que toman decisiones, con evidente autonomía de los dirigentes y el entrenador.
Tienen un trimestre para no bajar la guardia, pelear la titularidad en sus equipos, encontrar el do de pecho, despejar el desánimo, dar con el estado de gracia y enfrentar los últimos capítulos de hombres con treinta años y más que están quemando sus cartuchos finales fuera de Chile.
Es una larga carrera compartida que empezó hace más de una década y la generación sabe lo que viene.
Esta es la última parada para un Mundial, es el desafío más difícil y por delante no hay más que cuestas y todas empinadas.
Las apuestas de los que saben, para qué estamos con cosas, no los favorecen.
No está la confianza ni el respaldo de antes. Eso se nota. Y ellos lo notan.
Lo de equipo gastado y veterano será cada vez más recitado y repetido. Y las palabras, hirientes: viejos, arrugados, evidentemente mañosos y algunos insoportablemente ricos.
Hasta es probable que se sientan solos, porque efectivamente están cada vez más solos, porque ya ingresan al epílogo de sus carreras.
Y por todo lo anterior, precisamente, saben muy bien lo que deben hacer.
En marzo de 2020 salir a ganar, para intentar llegar al último Mundial. Nadie más que ellos pueden escribir su relato. Llegar a Qatar, así como están, sería su leyenda.
Eso es todo y no hay más misterio.
Es la historia, la Biblia y la vida de un futbolista.