Chile no va a Lima para jugar frente a Perú, en el último partido de preparación antes del inicio de las eliminatorias a la Copa del Mundo de 2022. Un yerro a toda prueba, a partir del temor que sintieron los jugadores luego de la virulencia que recibió Arturo Vidal por el “pecado” de anunciar su deseo de medirse con los incaicos en el último test match de la temporada.
En estos días de definiciones relevantes para el país, hubo espacio para burradas tan grandes como la pancarta exhibida a la salida del complejo “Juan Pinto Durán”, donde se leía “el ke juega vende al pueblo”. Los custodios de la moral pública, parapetados en cuentas de Twitter, Facebook e Instagram, nada dijeron, por ejemplo, de la selección femenina que se presentó en Australia o de la atleta paralímpica Francisca Mardones, quien se proclamó campeona mundial en Dubai, donde quebró el récord de la especialidad.
Este grupo de futbolistas, en especial sus líderes, nada tiene que demostrar. Dieron alegrías y no le deben nada a nadie. Ceder a las presiones es un error grueso. El cotejo se disputaba en el extranjero y la no presentación provoca una mancha para el fútbol local, porque no se cumplió un compromiso. Si los futbolistas sentían que no correspondía afrontar el duelo ante los incaicos pudieron advertirlo y no viajar a Santiago.
Indudable es la merma económica que sufre la ANFP, porque los pasajes fueron pagados, la operación estaba armada y con seguridad tendrá que indemnizar al organizador. En esta pésima determinación también resultaron damnificados los jugadores del medio local, que ante la definición adoptada por los seleccionados quedaron contra la espada y la pared ante cualquier definición.
Una vez más los jugadores ejercieron su voluntad, pero esta vez se rompió el principio de autoridad. Las declaraciones del presidente de la ANFP, Sebastián Moreno, luego de la suspensión de Magallanes-Cobreloa el martes en La Pintana, abrieron el espacio a la deliberación del plantel. Con ingenuidad, en el final de su intervención, planteó que la decisión se conversaría en el entrenamiento del miércoles. Un grupo de futbolistas duchos, entendió que existía la opción del cogobierno.
Un escenario que desató la ira de Reinaldo Rueda. El entrenador de la selección, con justa razón, mostró su desacuerdo con la medida adoptada por sus dirigidos. Sin diplomacia cuestionó a los clubes del medio por la negativa a entregar los jugadores de la Sub 23, que afrontaban un cuadrangular en España ante Argentina, Brasil y Estados Unidos, última instancia antes del Preolímpico de enero. El colombiano no escondió que el viernes 8 estuvo cerca de la renuncia.
Nadie puede extrañarse si Rueda decide irse. Tuvo que lidiar con un vestuario quebrado, afrontar un recambio complejo, que aún no fragua. En la cancha, el cuarto lugar en la Copa América es su mayor aval, pero por cuestiones de gusto o porque el epílogo en Porto Alegre y Sao Paulo fue opaco, el medio lo evalúa a la baja.
Con realismo, es hora de disponer de un plan B.