3 de julio de 1970. La semifinal del Mundial de Fútbol se resuelve a penales entre Italia y Argentina. Los romanos presencian el duelo en las terrazas de las tabernas. Mientras Italia yerra su penúltimo disparo, un auto vuela sobre un puente y se hunde en el río Tíber. La policía encuentra un cadáver en el asiento trasero del auto —el de Leandro Saponaro (Giancarlo Giannini), famoso productor de cine— y arresta a tres sospechosos: los finalistas del Premio Solinas a la mejor escritura de guiones de cine.
Entonces, el relato retrocede a un mes atrás, al día en que convergen en Roma los tres jóvenes finalistas del concurso: Antonino Scordia (Mauro Lamantia), un estudioso que viene de Palermo; Luciano Ambrogi (Giovanni Toscano), un obrero de Toscana, y Eugenia Malasprina (Irene Vetere), hija de una familia de la más alta burguesía romana.
Los tres son introducidos bruscamente en el mundo del cine italiano por un sujeto que cita un nombre tras otro, todos con resonancias de directores, productores, guionistas y actores, un abrumador
name-dropping que envuelve la sugerencia de que nadie allí es un desconocido, todos son archifamosos y además archigeniales. Es un mundo de egos abrumadores, envidias de igual tamaño y estafas que se compensan con estafas más grandes. Un cinéfilo reconocerá las claves: el veterano Fulvio, referencia a Furio Scarpelli; el maestro Pontani, a Antonioni; la encantadora Lina, a Lina Wertmüller; el gran Ennio, a Ennio de Concini; además de Ornella Muti como la diva Francesca, Marcello Mastroianni llorando por Catherine Deneuve y la sombra de Fellini filmando
La voce della luna.
El cine italiano que alguna vez fue glorioso, el de los 60, poblado de grandes autores, obras deslumbrantes y estrellas mundiales, sobrevive solo en el recuerdo de un montón de veteranos que hace lo indecible por mantener su brillo después de haber cedido a todas las miserias comerciales y, según nota Luciano, “haber arruinado al cine italiano”. En ese ambiente habita el productor Saponaro, continuamente arruinado, que se aferrará a los tres debutantes para intentar una vez más salir del hoyo.
Es perceptible que las
Noches mágicas de los tres finalistas del Premio Solinas tienen un aire autobiográfico; el mismo guion está firmado por tres autores. El cineasta Paolo Virzì, ya bien asentado por los éxitos de
La prima cosa bella y
El capital humano, inició su carrera a comienzos de los 90 y es posible que su gusto por las historias corales, con personajes bulliciosos, se haya formado en el tumultuoso ambiente de esos años.
Pero
Noches mágicas es una película sobre el cine, los cineastas y los cinéfilos. Su barroquismo narrativo, con incongruencias aunque también con humor, no le permite despegar de ese territorio, consejos incluidos. Es un mundo pequeño para harto aspaviento.
NOTTI MAGICHEDirección: Paolo Virzì.
Con: Mauro Lamantia, Giovanni Toscano, Irene Vetere, Giancarlo Giannini, Ornella Muti. 125 minutos.