Presionada por la autoridad que requiere de dar señales de normalidad en medio de los hechos políticos, sociales y vandálicos que se están viviendo en el país, la ANFP anunció que esta semana se reiniciará el fútbol profesional.
Con todos los argumentos válidos que podrían sostener esta determinación, parece, sin embargo, no ser una buena medida. Para decirlo derechamente: el fútbol chileno debería seguir en pausa.
Y no porque las facciones ultras que tradicionalmente rodean la actividad —esas barras bravas que en realidad son piquetes organizados para desestabilizar el orden público— lo estén exigiendo a través de amenazas cobardes. No. Las bravatas de estas bandas ni siquiera dan para considerarlas como elementos de análisis. La verdad es que el torneo no se tiene que reanudar porque el fútbol debe, de una vez por todas, dejar de ser expuesto como una excusa. Es decir, como un pretexto para eludir ciertas obligaciones de otros estamentos.
Para que quede clara la tesis, es necesario recurrir a las dos argumentaciones que con mayor insistencia se han dado en estos días para justificar que en Chile hoy se retome la actividad futbolística: que hay un número importante de profesionales que depende económicamente de que se juegue, y que la gente requiere en estos momentos de distracciones que lo desconecten por un rato de la tensión que está viviendo en el día a día.
No son buenas razones.
En la primera, lo que se está denunciando y reconociendo, en realidad, es la precariedad increíble que se está viviendo hoy en el fútbol nacional en cuanto a la estabilidad laboral.
A pesar de ser el balompié chileno una actividad que recibe millones de dólares mensualmente a través de la venta de sus derechos (un lujo que no tiene el resto de los deportistas chilenos), ni quienes son los protagonistas esenciales (futbolistas, entrenadores, árbitros) ni menos los que trabajan alrededor de ellos (utileros, transportistas, controles) tienen una protección mínima para trabajar o sostener sus ingresos en forma más o menos segura.
En cuanto a eso de que la hinchada —o masa, desde el punto de vista comunicacional— necesita hoy de una pausa recreacional que el reinicio del Torneo Nacional le puede entregar, es simplificar y denostar la capacidad individual de las personas. Tratarlas como un todo amorfo al cual se le pueden inhibir ciertas preocupaciones sociales a través de elementos de entretención es propio de sociedades que han adoptado filosofías totalitarias y dictatoriales tal como se han visto en la historia mundial.
Sí, por supuesto. Los futboleros de corazón y seguidores acérrimos de nuestro vilipendiado campeonato queremos ver cuándo la UC dará la vuelta olímpica que merece por lo que ha hecho este torneo, si Colo Colo o Palestino será su acompañante directo en la Copa Libertadores, qué equipos se irán a la B y cuáles se salvarán a última hora.
Pero no ahora. No es el momento.