En la historia reciente hay una comparación injusta, pero inevitable, cuando Marcelo Bielsa, en su tiempo en Chile y la selección, demostró cuán profunda e intensa podía ser la influencia de un entrenador de fútbol.
En su oficio y en la sociedad, desde la vida universitaria a la laboral, gracias a un técnico obsesionado por el trabajo, ensimismado en su misión y honrado a carta cabal.
Si Bielsa fuera chileno, qué duda cabe, sería primera mayoría como senador donde se presentara, pero eso carece de sentido, y tampoco es un parangón con lo que pasa hoy por hoy, pero lo dicho: es inevitable, porque el cargo de director técnico se ha convertido en un oficio sin relato ni peso específico.
Casi en una caricatura, un chiste y un tipo de cargo que no se toma en serio.
Los entrenadores son trabajadores a la intemperie y sin escudo alguno, ni cartón ni experiencia, sometidos al azar, caprichos y resultados. Eso los pone, saca, reemplaza y no hay más procesos ni consideraciones ni planes. Gente desechable e intercambiable que nadie llora, porque es oficio que se fue deteriorando y desprestigiando.
Por Fernando Díaz, gerente técnico de un club, y presidente del Colegio de Técnicos, que termina reemplazando al entrenador de ese mismo club. Eso daña.
Por Hernán Caputto, el entrenador de la sub 17 que antes de la justa Mundial renuncia y se va a un club a trabajar en las inferiores, pero el club lo cambia y lo traslada al primer equipo. Eso también.
Otro técnico, Beñat San José, se convierte en el emblema del tránsfuga que se va entre las vacaciones y sin apenas avisar.
Si las cifras del 2019 son las correctas, en la temporada han sido cesados nueve técnicos en Primera, 14 en Primera B y ocho en Segunda División. Van 31, el 2018 fueron 39 y en la lista incompleta la mayoría son argentinos: Larcamón, Ameli, Meneghini, Kudelka, Milito, Arias, Sánchez, Hoyos, Giovagnoli, Cavalieri, Palermo y Díaz, el uruguayo de Everton, menos mal y a Dios gracias.
Es que así son los hinchas y el oficio es terrible, pero el fenómeno en Chile se caracteriza porque los protagonistas criollos están en retirada o refugiados en equipos universitarios, clases, televisión y clubes privados.
Arturo Norambuena, en Deportes Valdivia, perdió los cinco partidos que dirigió y fue reemplazado por el alemán Jurgen Press, que llegó a Chile como gerente y a dirigir las divisiones inferiores, porque ahí está su experiencia. A los tres meses lo pusieron a cargo del primer equipo.
Es por una situación excepcional, dicen, pero en el oficio de entrenador todo parece excepcional: trabajo, continuidad, confianza e incluso la existencia.