La trilogía “Millennium”, de Stieg Larsson, es uno de los fenómenos más importantes en la historia de la edición: sobre los 100 millones de lectores, adaptaciones al cine y la televisión, cómics, atestiguan un resurgimiento del género negro como raras veces se ha visto en la literatura reciente. Y los relatos de Larsson, que promedian unas 600 páginas, entregan una visión de Suecia como un caos de delincuencia, corrupción, burocracias ineptas y diversos vicios que dejan muy mal parada a la nación escandinava. Tanto la crítica como el público, sin embargo, se han puesto de acuerdo en que el mayor aporte de Larsson ha sido la creación de una heroína inolvidable: Lisbeth Salander. De baja estatura, andrógina, violenta, peligrosa, un genio computacional, Lisbeth, impredecible y enigmática, puede también demostrar un elevado sentido de justicia, una simpatía hacia los desafortunados y un coraje a toda prueba.
A David Lagercrantz (1962) le ha correspondido la tarea de continuar la serie y aunque no pueda comparársele con Larsson, ha tratado de estar a la altura de la saga y para ello se ha asesorado de modo exhaustivo e incluso ha contado con el apoyo del padre y el hermano de Stieg Larsson.
La chica que vivió dos veces es su última entrega y quizá sería la parte final de “Millenium”. De nuevo tenemos a Lisbeth Salander como protagonista, si bien ahora está acompañada por un reparto de actores tan letales como ella y en ocasiones más temibles que su diminuta persona. Al comienzo,
La chica... se nos presenta como una intriga presidida por la mortal rivalidad entre Lisbeth y su hermana Camilla, quien posee lazos con los servicios secretos rusos, con la mafia, con el crimen organizado y con cuanto malhechor pueda uno imaginar. Con todo, este viene siendo apenas el telón de fondo del libro, ya que sus ambiciones son vastas. De partida, tenemos un escenario geográfico que va desde Moscú hasta el Tíbet; desde las capitales europeas hasta Estados Unidos; desde pueblos siberianos hasta urbes tan cosmopolitas como Copenhague o Barcelona. A continuación, la lucha entre las hermanas da lugar a una sucesión de conspiraciones de tal nivel que se hace difícil seguir la vertiginosa acción de
La chica...
No obstante, nos volvemos a encontrar con antiguos amigos: Mikael Blomkvist, el periodista de la revista Millennium que ha arriesgado el pellejo con sus atrevidos reportajes; Erika Berger, directora de ese medio; el comisario Jan Bublanski; la detective Sonja Modig, y varios otros. Mikael está obsesionado con la muerte de un mendigo, cuyo verdadero nombre sabremos cuando
La chica... haya avanzado bastante: Nima Rita, quien fue un sherpa nepalés que hacía posible escalar el Everest a deportistas de aventura; entre ellos, Johannes Forsell, ministro de Defensa, y su esposa, Rebecka. En una de estas empresas coinciden Forsell y Nima, por lo que sus trayectorias quedarán ligadas para siempre. Todo esto, sumado a una enorme lista de actores que han participado en los hechos de
La chica..., lo averiguará Mikael en el curso de sus pesquisas y le costará muy caro. Porque Forsell, un funcionario progresista, odiado por la extrema derecha, calumniado por la prensa, salvo la forense Frederika Nyman y la reportera Catrin Lindas, oculta un secreto que lo responsabiliza por el destino de Nima. Así, la trama se complejiza en una madeja de engaños, malversaciones, traiciones, atentados y golpes de efecto, de manera que el rol estelar del argumento podría desempeñarlo Mikael Blomkvist.
Lo anterior, por supuesto, es una maniobra de Lagercrantz para que pensemos que Lisbeth estaría fuera de combate. Y ello es absolutamente imposible en un volumen que gira en torno a “Millenium”. Cuando todo parece perdido y Mikael está a punto de ser quemado vivo por Camilla y sus huestes, Lisbeth reaparece triunfalmente en su faceta más mortífera, abrumadora y fatal. Montada en una moto, armada hasta los dientes, premunida de todo el aparataje digital que la caracteriza —y que es un tanto inverosímil—, irrumpe en la fábrica abandonada donde tienen encerrado a su amigo y da cuenta de todos los facinerosos eslavos que creyeron que podían deshacerse de ella. En estos momentos, La chica... se convierte en una escalada de truculencia, explosiones, intervención de helicópteros, ambulancias, carros de asalto, disparos y balazos por doquier, de forma que resulta en extremo arduo darse cuenta de lo que está pasando. Aun así, quedamos con la convicción de que Lisbeth Salander es única, invencible, indestructible y de que no hay otra como ella.