De la escritora colombiana Carolina Sanín conocíamos la novela
Los niños, publicada por Laguna (Colombia), Siruela (España), Blatt y Ríos (Argentina) y Estruendomudo (Perú y Chile). Esa suerte de rizoma editorial se resumió, con
Somos luces abismales, en una sola editorial de distribución iberoamericana. Es lo que suele pasar, por lo demás: el creciente reconocimiento de la crítica y de los lectores en distintos ámbitos culturales es el trampolín para que los grandes grupos decidan doblar la apuesta. La novela pulsaba la tecla del horror que irrumpe en donde menos se lo espera. Esta colección de cuentos se abre hacia un camino totalmente distinto, aunque haya algún fantasma en algún cuento. Sanín trabaja en un registro más cercano a la prosa poética que a cualquier otro, en ocho relatos donde la trama suele adelgazarse hasta lo imposible: lo que importa no es la historia, sino el modo en que Sanín se apodera de ella y la transfigura mediante la palabra. En “El sosiego” habla de la experiencia de escribir en esas latitudes: “Escribo en una lengua que se formó sin ver nada de lo que había en este lado. Hablamos este latín en la selva. Escribir en español americano es estar perdido y pedir redobladamente un lugar donde se pueda hablar”. Esa extrañeza alimenta todo el libro y quiebra también la perspectiva habitual de cómo se escribe un cuento: acá todo parece desplazado, bajo otra luz, o como escribió Juan Cárdenas, compatriota de Sanín, a propósito de este libro, “la literatura es un estado particular del lenguaje, un río subterráneo y secreto que lame por el reverso todos los lugares de nuestro drama histórico”.
Y cuando ese río sale a la luz, tenemos un libro como
Somos luces abismales, que no cesa de interrogar los asuntos de siempre —la muerte, la ausencia, el cuerpo, la vejez, el azar, el amor, Dios—, pero con preguntas nuevas, o con una manera distinta de formularlas porque se articulan desde el estar perdido, desde una selva donde las cosas tienen que haber tenido, forzosamente, otros nombres, hasta lograr que todo parezca ordenarse de nuevo. Es una experiencia de lectura que transforma al lector, que también debe aceptar la extrañeza como punto de partida que no va hacia arriba o hacia adelante, sino hacia “una caída larga que es una herida en la tierra” hasta que se pueda divisar “abajo, entre la bruma y en el fondo —quién sabe si sea el fondo—”, las luces abismales que se hacen visibles en el desamparo.
Carolina Sanín
Literatura Random House, Bogotá, 2019. 206 páginas.