A partir del viernes 18 de octubre, la dirección política, económica, social y cultural del país se encuentra perpleja. Ha estallado en la cara un malestar acumulado por décadas y que en mi opinión tiene como centro las desigualdades y abusos en nuestro país. Muchos, ante los hechos, no tienen reacción; se sienten sorprendidos, no los esperaron jamás; sin embargo, cuando con seriedad se analiza nuestra historia reciente, hubo señales: algunas fueron derrotadas, otras fueron irrelevantes y otras fueron bloqueadas. La primera señal fue al interior de la Concertación que gobernaba, cuando un grupo de sus dirigentes, entre los que me incluyo, llamamos la atención a nuestro gobierno y a nuestra coalición sobre lo que había sucedido en las parlamentarias de 1997, donde si bien nuevamente ganamos con mayoría absoluta, sumando la abstención y el voto nulo y blanco, un 40% del electorado se marginó. En nuestro llamado fuimos derrotados. El segundo dato que refleja la preocupación señalada fue la elección presidencial de 1999, en que la consigna central del candidato Ricardo Lagos fue “Crecer con igualdad”.
Algo indicaba esta consigna. Ganamos por muy poco y gracias al apoyo comunista en segunda vuelta. La tercera señal fue la Nueva Mayoría y su programa con Bachelet 2, el centro de este bloque y de su programa era enfrentar las desigualdades. Fuimos bloqueados por la derecha y por el “fuego amigo”. Así se llegó al presente, donde muchos están sorprendidos. A manera de aporte personal, a continuación les presentaré una síntesis de dos columnas escritas en este mismo espacio, una hace quince meses y otra hace dos meses, sobre el tema en cuestión.
Columna escrita el
7 de julio de 2018. Es la desigualdad, estúpidos. “El segundo hecho objetivo, verificado en todas las encuestas, es el rechazo por parte de una abrumadora mayoría de ciudadanos al Parlamento, a todos los partidos políticos y a la actividad política en su conjunto, marcadas todas estas críticas por el sentimiento predominante en Chile, es decir, los abusos y las injusticias cotidianas.
Toneladas de letras, columnas, escritos, papers, diagnostican la razón y causalidad de ambos fenómenos, la derrota sufrida y el desprestigio de la política por parte de la ciudadanía. Es en este último aspecto que quisiera centrar esta columna a través de un conjunto de cifras y datos que corroboran en la vida cotidiana de los chilenos esta sensación y este sentimiento de abuso y de desigualdad.
Un primer dato proviene de la OCDE, publicado en Chile por Emol, y que dice relación con cuántos años una familia del primer decil de ingresos —es decir, que vive con $324.000— evoluciona hacia el grupo socioeconómico C 2, capas medias, que tienen un ingreso familiar hoy día en Chile de $1.360.000. En Chile el tránsito descrito duraría seis generaciones, es decir, ni más ni menos que 180 años.
En páginas de este diario, la asociación de empresas investigadoras de mercado presentó la versión 2017 de la composición de los grupos socioeconómicos en Chile de acuerdo a ingresos familiares. Raya para la suma: el 50% de las familias chilenas vive con menos de $562.000 al mes (grupos E y D) y si le agrego el grupo C3, concluyo que el 75% de las familias chilenas vive con $900.000 o menos.
A propósito de abusos, en la última reforma tributaria del gobierno de Michelle Bachelet se siguió legislando sobre renta presunta, que es un beneficio tributario que alcanza US$ 350 millones de costo fiscal. Esto fue pensado en el pequeño agricultor, en el pequeño transportista y en el pequeño minero, pero su utilización es muy distinta.
El 90% de este beneficio tributario lo captura el 10% de los contribuyentes de mayores ingresos; aún más, el 0,1% más rico —es decir, 12.000 contribuyentes— captura un quinto del beneficio tributario. Este abuso fue aprobado por todas las fuerzas políticas y hoy día lo sabemos por un trabajo de los economistas Agostini, Engel, Repetto y Vergara del año pasado. Increíble.
Todo lo anterior ocurre en un país que ha tenido post 90 dos enormes éxitos, entre otros: su economía ha crecido como nunca en la historia de Chile, expresado esto último en la multiplicación por 4 del PIB y de un per cápita que se aproxima a los US$ 25.000 y de una reducción de la pobreza de un 38,8% que nos dejó la dictadura cívico-militar de derecha en 1990 y que hoy día es inferior al 10%. Solo nos queda pendiente, ni más ni menos, que cerrar la brecha de la desigualdad y de los abusos, por eso lo agresivo del titular de esta columna.
La segunda columna, escrita el
3 de agosto de este año, se llamó
Desigualdades y abusos: la clave política.
Decenas de dirigentes políticos, analistas, columnistas y líderes de opinión muestran su constante preocupación sobre cómo marcha el sistema institucional, político, económico y social en nuestro país. Asimismo, surgen diagnósticos muy diversos sobre cómo ha evolucionado Chile y sus claves políticas en los últimos 30 años. En ese contexto, quisiera poner, reiteradamente, un punto de vista que coloca en las desigualdades y en los abusos la clave política para intentar comprender la desconfianza ciudadana en los partidos políticos, en el Congreso Nacional, en los gobiernos, y en un conjunto de instituciones fundamentales de la república. La perspectiva que quiero colocar se sitúa pensando en los criterios que la mayoría ciudadana observa sobre el acontecer del país. Sostengo que la despolitización, la falta de confianza en las instituciones y el abstencionismo electoral tienen su raíz en la percepción ciudadana de desigualdades no superadas y de abusos reiterados por parte de los diversos poderes.
Solo refiriéndome a información de carácter público de los últimos meses con respecto a estos temas, enumero lo siguiente: Según el INE en su encuesta de presupuestos familiares sobre ingresos y gastos, el 80% de las familias chilenas no alcanza a llegar a fin de mes.
Una prestigiosa consultora internacional, BCG, describiendo el mapa de la riqueza en Chile, concluyó que 140 chilenos mayores de 18 años poseen un patrimonio financiero de US$ 90.000 millones. Asimismo, esta empresa sostiene que 23.000 chilenos, incluyendo los anteriores, poseen un patrimonio financiero de US$ 210.000 millones. Paradojalmente, la propuesta gubernamental de integrar el sistema tributario les devuelve a estos chilenos alrededor de US$ 400 millones.
En el primer semestre de este año, el sistema financiero obtuvo utilidades por US$ 2.000 millones, un 22% más que en el mismo período del año anterior.
De acuerdo con un trabajo de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile, en el período 2006-2015, la rentabilidad promedio anual de las AFP alcanzó un 25%. El riesgo de mercado que legitima la ganancia estaría alrededor del 5% de rentabilidad anual, lo que implica que en esta industria, de los US$ 4.000 millones obtenidos en ese período, US$ 3.500 millones fueron “ganancia excesiva”.
Este mismo diario publicó hace un mes que el Fondo Común Municipal permite la existencia de 251 municipios que dependen en más de 50% de su presupuesto de dicho fondo. Dicho fondo se alimenta en un 65% del impuesto territorial, y de esa cifra, un 60% lo aportan las comunas de Las Condes, Vitacura, Lo Barnechea y Providencia. Hemos conocido en el último “Informe Especial” de TVN que hay miles de millones de pesos eludidos o evadidos en el impuesto territorial de las comunas mencionadas por las más diversas razones. Cada peso que no se paga en contribuciones en las comunas de altos ingresos, es un peso menos para las comunas más pobres del país.
Un vecino de la comuna de Santiago tiene 1.424 servicios a su disposición; un vecino de la comuna de Las Condes, 720; un vecino de Maipú, 621, y un vecino de Providencia, 449 servicios. Si usted es vecino de San Ramón tiene solo 42 servicios; si usted vive en La Granja, solo 41; si vive en La Pintana, solo 31; si vive en Cerro Navia, solo 39, y si vive en Lo Espejo, solo 28. En el caso de esta última comuna, los chilenos que allí residen tienen un solo banco, BancoEstado, ninguna cadena de farmacias, ninguna cadena de comida rápida, ningún
mall, solo un
strip center: solo dos grandes cadenas de supermercados, etc.
Después de lo escrito en esta columna, algunos se preguntarán por qué hay desconfianza, incredulidad, despolitización, abstención electoral, individualismo exacerbado y rechazo a todo lo público. Son las desigualdades y los abusos, estúpidos.
Con todo lo anterior, me resulta incomprensible que muchos se sientan sorprendidos, más bien no quisieron ver la realidad.