El gran Pablo de Tarso en una de sus epístolas a los romanos hace una alabanza diciendo:
“Bendigo a los desesperanzados que tienen esperanza.”
Es que la esperanza es una de las condiciones más importantes de la salud mental.
La depresión es, de alguna manera, la pérdida de la esperanza. Y la depresión es el mal de nuestro siglo.
¿Es la esperanza un don especial?
Sí, porque es una espera confiada. Lo inverso del apuro por resolver, por expresar, por hacer lo soñado realidad. Mejor crear esperanza porque creemos en ella.
El apuro de nuestros tiempos hace de la esperanza un sueño. Y ahí queda, entre los sueños que más bien se caracterizan por espacios de fantasía sobre lo que nunca será realidad.
El dolor, la muerte, la culpa, nos pueden llevar muy rápido a matar en el corazón la esperanza. Hay que contar con un futuro inseguro que nos produce tensión, pero que también nos moviliza a innovar, a conversar, a pedir ayuda, a mirar otras vidas y salir del encierro de la propia.
Y no sirve una esperanza teórica. Hay que tocarla, hablarle, escucharla, amarla, para que mientras dura esa noche oscura que nos invade tengamos presente, toquemos, escuchemos, amemos la esperanza. Porque nadie, nadie puede negar que muchas veces los sueños y las esperanzas se cumplieron y nos dieron lo soñado o lo deseado. Como dicen en el campo: “La noche no es eterna”. Y así es, porque aunque parezca teoría barata y gastada, la verdad es que la noche no dura para siempre.
¿Qué se requiere? Tener los ojos abiertos. Recordar que es cierto y normal y cotidiano que a la noche suceda el día.
Soportar la inseguridad del futuro no es fácil. Esperar no es fácil. Queremos que las cosas pasen ya, altiro, lo antes posible. Es el peor camino.
Ayuda mirar para el lado y ver a cuántos se les cumplieron las esperanzas. A muchos.
Ayuda analizar si la esperanza en la que estoy fijada es tan importante para que se haya convertido, tal vez, en una obsesión. Para que no vaya a pasar la esperanza o el sueño mismo por mi lado y no verla.
Por último y aunque parezca un consuelo, sucede a veces que mientras esperamos, si lo hacemos con calma, aparezca una nueva esperanza, más posible, y más completa y capaz hasta más bella.
Me atrevo a decir que no podemos quedarnos fijados en esperanzas lejanas o imposibles.
El riesgo es la depresión. Y cuando nos deprimimos, puede pasar el objeto de mi esperanza por mi lado y no voy a verlo, tan preocupado y amargado estoy.
¡Hay que tener esperanza! Es la más linda señal de vida.
Solo que a veces hay que cambiar el objeto de mi esperanza.