Vamos a celebrar en pocas semanas los 30 años de la caída del Muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989. Mayores celebraciones seguirán en los años siguientes: tres décadas de la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y el trigésimo aniversario de la defunción del Partido Comunista soviético.
Los tres hitos han contribuido a la paz mundial y a la libertad de los pueblos. Los desenlaces fueron racionales, naturales y pacíficos. El liberalismo se impuso sin la violencia con que se estableció o se pretendió imponer el marxismo. Tampoco hubo venganzas. Erich Honecker, Presidente de Alemania Comunista hasta meses antes de la caída del muro, murió tranquilamente asilado en Chile.
El derrumbe del Muro de Berlín fue un impactante anuncio del incontenible repudio al comunismo. Con la disolución de la URSS evidenció su total fracaso, perdió su calidad de referente mundial y red de apoyo para otros países. Sobrevivió el poder militar ruso, terminó el intelectual y político.
¿Qué fue del comunismo?
Ubi sunt, preguntaría un letrado. ¿Dónde están? Los partidos comunistas gobiernan solo en cinco países, ninguno calificado de democracia: Corea del Norte, Laos, Cuba, China y Vietnam. En los dos últimos, para progresar se han visto forzados a recurrir al capitalismo. Desapareció el Imperio del Mal, según lo calificó el Presidente Ronald Reagan. No hay un partido comunista registrado en el Ministerio de Justicia de Rusia; fue disuelto en 1992. Hasta en Rusia, los recalcitrantes, pasaron a ser los conservadores y son irrelevantes.
Que la doctrina comunista defiende a los trabajadores era una falacia: su sistema empobrece, les resta derechos y libertades, a merced del Estado, del partido y de sus dirigentes. Ser anticomunista ahora puede ser anacrónico, algo del pasado, porque no son tema en el mundo ni del futuro.
Millones, en todos los continentes, por dolorosa experiencia o por convencimiento, dejaron de militar. Desapareció casi completamente el atractivo, liderazgo y la legitimidad que para algunos tuvo el comunismo.
Chile es caso especial, contra la modernidad, la tendencia mundial y, según la mayoría, contra la razón. Aún el Partido Comunista tiene influencias; gobernó durante el segundo mandato de la Presidenta Bachelet. Es posible afirmar que la inclusión de ese partido fue una de las causas del fracaso de tal gobierno, de la derrota de su candidatura presidencial siguiente y de la victoria del Presidente Piñera y de Chile Vamos.
La habilidad de los dirigentes comunistas, el fanatismo y lealtad de sus escasos militantes y, por sobre todo, la debilidad de la coalición opositora les han permitido mantener liderazgo en la izquierda. Nuevamente sus aliados creen que para alcanzar el poder son indispensables. Otro cálculo equivocado que habría que celebrar.
En Chile, para convencer definitivamente a los porfiados creyentes en el comunismo, habrá que recordar, repetidamente, las experiencias mundiales y celebrar sus tres aniversarios y restos finales.