El Consejo de Presidentes de la ANFP enfrenta un problema complejo a la hora de definir la temporada 2020. En enero se disputará el Preolímpico de Tokio. Al no ser una fecha FIFA, los jugadores citados por Bernardo Redín, salvo alguna excepción, serán solo del ámbito local.
Los cuadros chilenos están obligados a entregar a sus futbolistas, justo cuando comienzan la Copa Libertadores y Sudamericana. Si a eso sumamos que en la última semana de enero, o en la primera de febrero, parte el torneo, la definición en Quilín requiere un análisis profundo.
El certamen que da dos cupos a Tokio y un repechaje a la cita de los cinco anillos está reservado para jugadores menores de 23 años, el grueso titulares en sus equipos. Si a eso sumamos la norma que obliga a otorgar minutos a futbolistas Sub 20, los entrenadores tendrán que escarbar en lo más profundo de sus series menores a la hora de conformar sus oncenas.
Si en materia económica existe distancia con los grandes argentinos y brasileños, con el dato concreto que los planteles criollos son estrechos en sus niveles de jerarquía, todo indica que las opciones de batallar en la arena internacional disminuyen.
La exigencia del CDF, obligado a entregar contenido a sus abonados, determina que en febrero la competencia tiene que estar en curso. ¿Están dispuestos los clubes que clasifiquen a la fase de grupos de la Copa Libertadores a enfrentar los dos frentes con planteles disminuidos?
El mismo escenario corre para los cuadros que van a las fases iniciales de la Libertadores y Sudamericana. Para los amigos de los campeonatos cortos este panorama es desalentador. Con 15 fechas, los representantes nacionales están obligados a elegir una competencia. Si se mantiene la cordura y los acuerdos, el formato de dos ruedas ayuda, pero igual generará un desgaste, reflejado en puntos perdidos. La alternancia en los equipos titulares será una necesidad.
En esta encrucijada, una de las alternativas es programar la Copa Chile desde el último fin de semana de enero, en cuatro grupos de igual número de equipos de Primera División. El campeón obtiene la cuarta plaza a la Copa Libertadores. Eso garantiza seis partidos a cada uno, que concluirán el domingo 1 de marzo. En el caso de la Primera B, el vencedor asegura uno de los cupos al
playoff que resuelve el segundo ascenso.
El 8 de marzo se iniciaría el torneo, con la interrupción de la fecha FIFA del 23 al 31, que da inicio a la clasificación al Mundial de Qatar 2022. No es fácil el contexto cuando aparece la Copa América (12 de junio al 12 de julio), tres fechas FIFA en el segundo semestre, el 18 de septiembre, las elecciones municipales de octubre y la necesidad de cerrar la temporada antes de Navidad. Con generosidad, las rondas de cuartos, semis y final de la Copa Chile, al igual que algunas fechas del campeonato Nacional, tendrían que programarse a mitad de semana si retornáramos a este símil de los 90.
Es necesario apretarse el cinturón para proporcionar a nuestros conjuntos mayores opciones de luchar en las copas de la Conmebol. Los cálculos chicos no entran en la ecuación.