Por fin un estreno de peso específico en esta escuálida, poco sustanciosa y ya avanzada temporada. “Excesos” se despliega con un espesor conceptual y una voluntad radical de experimentación que por estos días se asoman rara vez a nuestra cartelera. Aquí Cristián Plana se vuelve a poner a la altura de su prestigio como uno de los directores más talentosos de la más reciente generación después de varias entregas irregulares; y, mérito mayor, descubre como material para la escena la obra de un escritor nacional brillante y poco conocido, Mauricio Wacquez (1939-2000), hoy de culto entre conocedores, pero en vías de ser revalorado.
Tras la impenetrable “Almagro” en 2010, el segundo trabajo de Plana con Alfredo Castro —su mentor en la dirección— como intérprete, articula un acto más bien performático a partir de cuatro fragmentos de distintos relatos de ese autor. El primero, el microcuento “Excesos”, que forma parte del volumen homónimo escrito en Chile a fines de los 60 (con un verso del poeta romántico inglés William Blake —“El camino del exceso lleva al palacio de la sabiduría”— de epígrafe); el último, extraído de la novela “Frente a un hombre armado”, editado en Barcelona en 1981, de temática homosexual. Como si un texto condujera necesariamente al otro, y el conjunto revelara la progresiva disolución de una ficción (y de la realidad que representa).
Monólogo y unipersonal sin serlo pues hay más de un ejecutante y/o presencia a la vista, muestra primero a un hombre que decide invocar a la amada ausente transformándose en ella. Con su ambiente recargado y de dejadez, ese ritual impone su propio ritmo de enervante morosidad y se torna cada vez más irreal, lo que permite otras transferencias de identidad, estallidos de violencia y un encuentro sexual.
Este es, por cierto, un simulacro imposible de describir, pues solo existe como efímera ilusión teatral. Provocativa, sin duda, construye un claustrofóbico espacio poético y mental detenido en el tiempo, capaz de conmocionar a quien entre en el juego que propone, y cuyo imaginario oscuro, a veces brutal, puede asediar a su espectador más allá de la sala. En él encarna parte de las constantes expresivas de Wacquez aunque tiene valor y sentido propios, independiente de la pluma que lo inspiró. Su ambigüedad y afectada belleza, erotismo atormentado y aire de quieta desesperación, nos hablan del deseo y de la disociación del yo en él; del sexo como estrategia de poder y humillación; de la pulsión homosexual; de un lugar sin límites en el que los géneros son intercambiables y Eros y Tánatos se confunden. La dirección aporta además otra lectura, la política: asignando al hombre uniforme de general logra que la sodomización denote someter de modo absoluto al más débil.
Como Plana postula, entre otras líneas de búsqueda, ‘hacer hablar los cuerpos', en la jornada no se oye una sola palabra dicha en vivo: todos los textos se escuchan en cinta pregrabada por Castro. La artificiosidad de la propuesta se subraya también con tramos de inacción, otros en total oscuridad, y la luz cruda limitada a la que proviene de una antigua lámpara de pie con pantalla.
Centro GAM. Jueves a domingo, a las 21:00 horas. Hasta el 27 de octubre.