Este el primer largometraje que dirige Claire Burger, una exreportera de la región de Forbach, al noreste de Francia, que parece haber tomado la decisión de afincar su carrera en esa geografía. Como otras ciudades europeas, Forbach sufrió el envejecimiento de sus industrias, con la subsecuente cesantía y marginación de sus habitantes. En un barrio de la zona, el de Wiesberg, transcurre toda la historia de
El verdadero amor.
Allí está ocurriendo el drama (o la comedia) del funcionario público Mario Messina (Bouli Lanners), que ha entrado a un grupo de teatro aficionado luego de que su esposa (Cécile Rémy-Boutang) lo dejara con sus dos hijas. No es claro que se trate de una decisión terapéutica, porque la exesposa trabaja para la misma obra. Pero Mario no encuentra otra salida a la ciega ruta de hacerse cargo de otras dos mujeres, por mucho que se trate de sus hijas.
Hay algo exquisitamente ambiguo en el punto de vista de la directora Burger: Mario desea quedarse con sus hijas y ser un buen padre, pero al mismo tiempo debe admitir que no puede con ellas porque no entiende su condición de mujeres. Ni venganza del feminismo ni machismo invertido,
El verdadero amor se mueve en la adelgazada frontera de las diferencias sin culpas.
¿Por qué se ha ido, entonces, su esposa? Es irrelevante. Después de 20 años de matrimonio, solamente así lo ha querido.
Las hijas son un karma. Kiki (Sarah Henochsberg), la mayor, fustiga a su madre y protege a Mario, pero se comporta como una dominatriz con su precario novio. La menor, Frida (Justine Lacroix), está despertando al sexo con una aparente inclinación lésbica y se siente más bien oprimida por su padre, al que tal vez quisiera castigar, sabiéndose sobreprotegida. Mario siente que “mi vida entera trata solo de amarlas” a las tres, incluida la madre, pero ¿cómo se puede amar a mujeres que no quieren ser amadas? Lacan podría responder que “la mujer es un síntoma del hombre”, pero esa es una metáfora demasiado oscura para animar a estos personajes sencillos, algo pueblerinos, algo conservadores, que se han creado un embrollo fenomenal.
Hoy es delicado filmar esto. Es posible que solo una mujer tenga carta blanca para hacerlo. Aun así, se necesita coraje para enfrentar el discurso dominante. Y todavía nada de esto basta: antes que todo hay que hacer buen cine, uno que sostenga con coherencia, sin flaquezas, sin simplezas, el laberinto de sus cuatro personajes, de los cuales el más frágil, castigado y dañado no es el que se acostumbra.
Claire Burger merece mucha atención.
C'est ça l'amourDirección: Claire Burger.
Con: Bouli Lanners, Sarah Henochsberg, Justine Lacroix.
98 minutos.