El lugar más influyente donde se hace política en Chile no es La Moneda ni el Congreso, sino el plató de los matinales de televisión. Desde allí se transmiten a los hogares y a sus miembros más importantes las ideas-fuerza, las costumbres y los modelos de comportamiento.
El asunto ha sido analizado por filósofos como el español César Rendueles, autor de “Sociofobia: El cambio político en la era de la utopía digital” (Capitán Swing, 2013).
No se trata de la vieja táctica de saturar la pantalla y las redes, como hacía Hugo Chávez y su “Aló, presidente”. Lo nuevo es una estrategia mucho más insidiosa, porque se trata de comprender que lo que se dice en un programa de alta audiencia, destinado a un público menos politizado, pero con una elevada capacidad de decisión y prescripción en las familias, tiene más poder que un discurso en el Parlamento.
Quien mejor lo ha entendido, aparte de Joaquín Lavín y Francisco Vidal en Chile, es el español Pedro Sánchez, quien rompió el tabú de que los políticos no acudían a los programas de farándula porque su público era principalmente femenino y de bajo nivel educativo.
Él telefoneó en vivo a “Sálvame”, de Telecinco (cadena de Berlusconi), y habló con su presentador estrella, Jorge Javier Vázquez. El mismo Sánchez lo cuenta en su libro “Manual de Resistencia” (2018): “Cuando terminamos, enseguida percibí el impacto que había tenido aquella irrupción televisiva, porque me llamó mi mujer, que estaba trabajando:
“—¿Qué has hecho? —me dijo. ¿Has entrado en “Sálvame”?
—Sí, por teléfono. ¿Por qué?
—Porque me está llamando gente a mi oficina, a mi empresa, sobre todo mujeres, para felicitarme por lo que has dicho… Los dos soltamos una carcajada”.
Por esta razón, lo ocurrido en “Bienvenidos” (Canal 13) no es un episodio aislado. El hecho de que desde el fin de semana se hable de una candidatura de Vidal hizo que se tomara conciencia de que el plató había emparejado a dos presidenciables, porque Lavín figura en los primeros puestos en las encuestas desde hace meses.
Durante más de 40 minutos, el programa giró en torno a las eventuales candidaturas; pero sobre todo, a la de Vidal. Lavín dijo que lo veía “agrandado”. Vidal no pudo disimular su ideología cuando confesó que al verse con la banda presidencial solo pensaba en “cómo vamos a repartir el chancho”. También tuvo momentos contradictorios, por ejemplo, cuando dijo que “me cuesta mucho vender una pomada”. Los chilenos no olvidan que Vidal fue vocero de gobierno. Entre bromas y verdades, ambos insistieron en la falta de “amistad cívica” y dieron la imagen de ser dos compadres que se lo pasaron muy bien. El canal los rotuló como “Melón y Melame de la política”.
Una pregunta válida que hay que formularse es si Vidal y Lavín son hoy presidenciables por haber ido a “Bienvenidos” o han ido al programa para construir sus candidaturas presidenciales.
Una reflexión al respecto debería activar ciertos criterios editoriales para que los medios audiovisuales bajo concesión no se conviertan en instrumentos al servicio de las candidaturas sin advertir a la audiencia.