En su última temporada, después de 16 años al frente de la Orquesta Sinfónica de Montreal, el director estadounidense de origen japonés Kent Nagano y ese conjunto están realizando una gira latinoamericana que incluye México, Brasil, Argentina y Chile. En su presentación en Santiago, el sábado, en el Teatro CorpArtes, ofrecieron un concierto con obras de Brahms y Bartók. Lo primero que llama la atención de la Sinfónica de Montreal en manos de su director titular es su legendario sonido brillante, en el que cada contorno parece pulido con cuidado, siempre guardando el equilibrio entre la potencia y la expresividad.
La violinista holandesa Simone Lamsma fue la magnífica solista en el Concierto para violín y orquesta (1878) de Brahms: su interpretación, muy inspirada, encantó a un público entusiasta que siguió concentrado, entre muchos pasajes destacables, la cadenza del primer movimiento y su delicado reencuentro con la orquesta; el conmovedor
Adagio, con el solo de oboe a cargo de Theodore Baskin; y el brioso último movimiento. Como encore, Lamsma ofreció el Finale de la Sonata para violín solo Op.11 Nº6 (1917) de Paul Hindemith. Excelente.
Siguió el Concierto para orquesta (1943, revisado en 1945) de Bartók. Escrito durante los últimos años de vida en su exilio norteamericano, esta obra muestra a un compositor determinado a encontrar audiencias más amplias que las que podía tener su más interesante producción orquestal anterior: se trata de una pieza menos vanguardista, pero no exenta de su característico estilo. El extraordinario Kent Nagano resaltó bien la pasión que hay en esta partitura, pero también la nostalgia por la música magiar que la transita. Pensada para el lucimiento virtuosístico de cada sección, la orquesta pudo mostrar sus extraordinarios dones, especialmente las maderas y unos prístinos, perfectos bronces.
Los
encore fueron el muy bienvenido
Molto vivace, último movimiento del “Concierto rumano” (1951) de György Ligeti, con los notables solos del primer violín Andrew Wan, y la Rapsodia húngara Nº 5 (1869) de Brahms. El público ovacionó este concierto, que estará entre lo mejor del año.