Se esperanza el hincha azul con un triunfo estadísticamente improbable en el Monumental y en todo lo que implica: sacarse de encima los escombros de 18 años, la rabia también, actualizar por fin la imagen de Rivarola colgado de la reja, qué alegría, y embolsarse tres puntos para respirar allá abajo, qué mejor.
Se emociona el hincha albo con un triunfo estadísticamente probable en el Monumental y en todo lo que implica: darle una paladita más a la fosa de la U, qué risa, celebrar a morir el récord de Paredes (porque es con gol de Paredes el triunfo, obvio) y perdonar al “Comandante” también, qué tanto.
Pero un minuto más tarde se angustia el hincha azul porque si el equipo pierde el sábado, y sobre todo si pierde mal, el escarnio será intolerable, ¿cómo llega uno así a la pega?, la corta historia del profesor Caputto terminará de la peor manera posible (va a tener que asumir “Superman” Vargas, no queda otra) y sobre todo el horror de la B... El horror de la B quemando los pies.
Y canta en su mente el hincha azul: “Jugadores, jugadores, yo les pido por favor...”.
Pero diez minutos más tarde lo piensa de nuevo el hincha albo y dice chuta: ¿y si nos ganan estos otros? Qué desastre. No, no, no: no puede ser. Cómo nos van a ganar si no juegan a nada. Imposible. ¿Pero... y si pasa? ¡Hasta cuándo, Salas! ¡Que se vaya Salas! ¡Que se vayan todos! ¿A quién se le ocurrió preparar una celebración de Paredes? ¿A Mosa? ¿A Mayne-Nicholls? ¡Qué mufazo más grande!
Y canta en su mente el hincha albo: “A ver, a ver los jugadores, si pueden oír...”.
El hincha azul no lo sabe y tampoco le importa mucho, pero la acción de la concesionaria —que supo costar 2.750 pesos en mayo de 2012— ha tenido un año muerto en la bolsa. En la industria del fútbol la aguja se mueve de verdad solo cuando los peces grandes se compran y venden entre sí, pero a beneficio de inventario habría que decir que el jueves 14 de febrero, un día antes de que partiera el campeonato y cuando todo era fe, el papel se transaba en 735 pesos: hoy vale menos de 600. La mayoría son de Carlos Heller y eso sí que lo sabe el hincha azul, que perfectamente podría preguntarse: “¿No será hora de que haga la pérdida este señor?”.
El hincha albo, en cambio, maneja mejor el tema y por experiencia propia sabe que los votos de los accionistas —aunque sean chiquititos e inconsultos— pueden definir una elección de presidente en el club. Y quizás esté enterado también de que su concesionaria tampoco ha dado señales de vida, que se mueven con suerte 600 mil pesos diarios de promedio (o sea, nada, y aun así transa más que la U) y que el precio flota en los 240-250 pesos, más o menos lo mismo que costaba hace casi una década. “¿Oye, explícame una cosita, dónde está el negocio para esta gente?”, se podría preguntar con toda razón el hincha albo.
Cuando sus mentes vuelven al fútbol, el hincha albo y el hincha azul se dicen a sí mismos y al mismo tiempo “qué malo ha sido el año, ¿ah? Malazo” y no lo quieren pensar, ni menos decir, pero si el sábado el asunto termina en empate —y no sería tan raro— no pasa nada: un empate y todos tranquilos, que hay un segundo puesto que atenazar y una categoría que defender y el puntito pucha que sirve.
Ya habrá otro momento para gustitos clásicos.