La Católica sigue en la punta. La U sigue en peligro. La U de Concepción sigue en el último lugar. A César Deischler se le siguen complicando los partidos. Jorge Sampaoli sigue tratando de sacar ventajas indebidas, siempre en dólares.
¿Qué fue, entonces, lo nuevo de la fecha? Lo nuevo y positivo fue la confirmación de la remodelación del estadio de Colo Colo. Se anunció el lunes, a justos 30 años de la reinauguración del recinto hoy en uso.
Aníbal Mosa, poco celebrado en esta columna, tuvo esta vez una gran idea: llamar a Harold Mayne-Nicholls a una vicepresidencia ejecutiva. Nunca me los imaginé a ellos en dupla, pero parece estar funcionando. Uno hace la pega y el otro hace los anuncios. Nadie pierde y gana el club.
Los estadios son un tema especialísimo en el fútbol nuestro. Lo han sido siempre. Antes, porque no había, a excepción del legendario Santa Laura. Hoy, porque hay muchos y son muy hermosos. Siempre, porque los clubes no tienen el suyo.
La impagable deuda histórica del fútbol es con la Unión Española por el concurso de Santa Laura desde 1922 y aún vigente en Independencia, nombre de comuna y calle que también fue como se conoció el estadio de la Universidad Católica, ubicado en el mismo barrio entre 1945 y comienzos de los 70.
Fueron, durante muchos años, los únicos dos clubes con estadio, mientras Colo Colo y Universidad de Chile ponían primeras piedras.
Hasta septiembre de 1974, cuando Colo Colo hace la preinauguración de su estadio en Pedreros, en terrenos comprados por el club en 1956, bajo la presidencia de Antonio Labán. Es Héctor Gálvez el presidente para aquella preinauguración. Que quedó en eso y una siguiente inauguración (1975, 1-0 a Aviación con gol de Juan Carlos Orellana), hasta 1989, cuando se oficializa el actual estadio, con el trabajo institucional de Peter Dragicevic, Eduardo Menichetti y Jorge Vergara.
Se llamaría “David Arellano”. Pero la memoria histórica fue traicionada y el nombre del gran fundador quedaría limitado a la cancha; el estadio se llamaría “Monumental”, como el estadio de River Plate, ya imitado por el Barcelona de Guayaquil y después por los siempre creativos chilenos.
Un año antes, en 1988, la UC había inaugurado San Carlos de Apoquindo, tal vez lo único que le faltaba al club mejor organizado de Chile, propietario de construcciones deportivas desde la nieve al mar y de los terrenos en los faldeos cordilleranos desde la fructífera presidencia de Manuel Vélez Samaniego. Ahí quedó instalado el tercer estadio de propiedad de un club en Santiago: Unión Española, Universidad Católica y Colo Colo. Que el centralismo no nos haga olvidar a Huachipato. Gracias, acero.
Hoy siguen siendo los mismos cuatro. Hay más, pero la mayoría producto de la inquietud del Estado y en especial de la Presidencia de Michelle Bachelet.
Hoy, cuando muchos particulares, en especial representantes de futbolistas y algunos que oscilan entre turistas y prófugos, obtienen suculentas ganancias a costa de la ineptitud, la inocencia y la ignorancia de muchos compatriotas, ¿no es el momento de que los clubes sean obligados a capitalizar para la construcción de su estadio?
Para ello sería necesaria, nuevamente, la intervención estatal. Porque por el lado de la ANFP, inocente o cómplice, no sucederá. El Presidente Piñera, ideólogo de las SADP, tiene la palabra.